sábado, 28 de febrero de 2015

RETRATO CON AUTOR LEONÉS DE FONDO



El fotógrafo Demian Ortiz plasma los ‘barrios bajos’ de la literatura española .

Emilio Gancedo | Diario de León 28/02/2015

¿Quién es toda esta gente que nos apunta con un arma, reflexiona ante un indigente o posa resignado con un monumento a sus espaldas? ¿A quiénes pertenecen estos rostros ensimismados o penetrantes, siempre pintados en blanco y negro? Todos ellos son escritores y todos ellos «pertenecen a esa minoría de artistas que, con su propuesta creativa como bandera, sobrevive al marasmo social, económico y cultural que reina en estos tiempos de crisis. Y cuya meta no es vender su arte a cualquier precio para obtener un éxito rápido, sino disfrutar del camino de la creación». Habla Demian Ortiz, fotógrafo y realizador, quien se encuentra inmerso en el proyecto ‘Perdidos. Un lugar para encontrar’; en primer lugar una ambiciosa serie de retratos fotográficos de escritores pero ahora también ramificado en un documental que busca financiación vía crowdfunding.

En lo que respecta al primer apartado, explica Ortiz que ya ha retratado «a más de una treintena de autores procedentes de toda España» de los cuales, que hayan nacido en León o estén vinculados a esta tierra, «han participado hasta el momento Felipe Zapico, Vicente Muñoz, Carlos Salcedo Odklas y Gabriel Oca Fidalgo. Y próximamente se sumarán Julio César Álvarez y Alfonso Xen Rabanal», informó, añadiendo que el trabajo «está próximo a su finalización: sólo falta lanzarlo a través de una editorial que participe en darle forma a lo que será el ‘fotolibro’ y las exposiciones que acompañarán al mismo».


La idea de ‘Perdidos’ se inició con el retrato del autor Pablo Cerezal; ahí comenzó a crecer este proyecto colectivo en torno a escritores «que viven en los márgenes de la cultura oficial», apostilló Demian, y detalló que sus imágenes intentan «descontextualizarlos de su rutina creativa, situarlos en lugares en los que estos autores viajan para poder perderse, pero también para encontrarse». La idea, como ‘efecto colateral’, «creo que descubre a toda una generación de héroes locales que, con sus prolíficas carreras e integridad artística, han depurado el estilo literario y el oficio de escribir».

Preguntado por la suerte que corre la cultura actual, argumenta el responsable de la empresa Babel Estudio que uno de los objetivos del documental que realiza de forma paralela «es llevar al espectador a reflexionar por qué la suerte o el infortunio, el azar o los cantos de sirena de los mercados, llevan a ocultar en la sombra a mitos a los que la gloria ha parecido dejar de lado, apartándoles del éxito y del reconocimiento que parece regalar a otros que lo merecen menos». Esto es, «cuáles son y por qué existen diferencias tan marcadas entre la literatura de consumo y la ‘underground’ o de vanguardia, el mercado editorial y sus mecanismos». «Igualmente, quiere abrir un camino nuevo y diferente que desafía ser recorrido, contribuyendo al desarrollo y promoción del talento de un grupo de escritores locales y a la internacionalización de sus carreras», añadió.

Desde la página oficial del proyecto (documentalperdidos.com), el blog (documentalperdidos.blogspot.com.es) y las redes sociales, «iremos informaremos de la marcha del proyecto a todo ese público que aprecia las historias cercanas y las apuestas creativas; explicándole además cómo ser partícipe, con su apoyo, de este bello viaje en torno al cine y a la literatura», concluye el fotógrafo madrileño.



REGRESIONES: En casa de Angélica Méndez.

jueves, 26 de febrero de 2015

HUMANIDAD, DEJA DE TOCARME LAS PELOTAS



eso decía el viejo Hank, mi queridísimo y nihilista compañero de ruta, humanidad, deja de tocarme las pelotas, y casi que sí, deja de tocármelas ya de una vez... me meto en mi caparazón si no, así de fácil y de sencillo, y digo adiós a lo que me ofende y molesta y lastima, porque, entre otras muchas cosas, tengo que empezar ya a vender zapatos y a concentrarme ahora en y sólo en eso, humanidad, deja de tocarme los güevos o terminaré inhumanizándome yo mismo y no saliendo de mí... y no quiero hacerlo, quiero creer y ser y estar y sonreír, pero que no me toquen demasiado las pelotas, porque me eclipso y encierro allá lejos, al fondo de mí, y allí dentro, bajo mi concha, ya lo he comprobado más de una vez, estoy también muy a gustito... humanidad, no me toques más los cojones, no me impongas demasiado ni me coartes ni cohíbas ni chatajees ni manipules ni me quieras intimidar, porque miedo sí, muchísimo y a todo y siempre, a morir y estar vivo y acompañado y solo, pero siempre también, desde que soy chinorri, orgullo y dignidad... no lo lograron ni los curas ni mis padres ni la dictadura ni la universidad ni mis parejas ni amigos ni los 70 ni los 80 ni los 90 ni este nuevo milenio de mierda tampoco, intimidarme, ni nada ahora, por supuesto, lo va a lograr... porque perro de la lluvia y nostálgico y marciano y poeta y lo que tenga que ser, pero humanidad, en tus diversos grados, sean cuales sean, amor o desamor o capitalismo o anarquismo, me da igual, no me toques mucho las pelotas... 

va por ti

Hank

esta vez


Vicente Muñoz Álvarez

REGRESIONES: MERRY PRANKSTERS 3: Alex Cooper.



ALEX COOPER

(No te fíes de sus ojos verdes)

Que no os engañe con sus ojos verdes, su cara de ángel y sus buenas intenciones: en los 80 Vicente era un kamikaze. Un psicópata. Una palabra de más, una sonrisa perdida a la chica equivocada y te ganabas unas hostias. Los Yuyos, buen nombre para una pandilla tan heterogénea; pero que ni se te ocurriera llamarlos así, porque no les gustaba un pelo. La Mandrágora, La Tropicana. Más de una vez vi a Vicente esperando la señal, provocando el encontronazo, pronunciando el temido “vamospafuera”… Ojos de hielo, su mirada imponía respeto. Creo que tardé años en atreverme a hablar con él.

Sonaban golpes de batería, casi todos los locales estaban vacíos ya, pero alguien seguía aporreando. Abandonado. Sin armonías, y eso que la batería no es un instrumento para solitarios. Héctor y yo todavía no habíamos montado nuestra banda mod. Miramos a través de la cerradura y espiamos a Vicente, que se peleaba con redobles y ritmos imposibles, soñando él también mejores proyectos para su Veredicto Final. Con los ojos cerrados, contando los compases, estazándose contra un muro de limitaciones, apretando los dientes. Hacia delante. Al principio, ahogamos nuestra risa, espías de pacotilla. Pero volvimos por San Mamés en silencio, todavía hechizados por la imagen de Vicente luchando contra sí mismo.

Bebíamos en los mismos sitios, escuchábamos los mismos discos, besábamos a las mismas chicas. En la terraza del Oasis, ella me guiñó un ojo y yo, como un piojo, me acerqué titubeando hasta su mesa. En cuclillas, a su altura, empezamos a hablar y ella me contó que estaba enamorada de Vicente desde aquella escaramuza en el viaje de fin de curso a Mallorca. Y nos besamos. No me di cuenta, hasta pasado un rato, de que aquella chica era bajita, demasiado bajita. Mis amigos, desde la otra mesa, rieron y aplaudieron y sobre todo envidiaron mis besos robados con fetichista admiración. Una semana después, en plenas Fiestas de San Juan, fue Martilugio la que tuvo que soportar mis desvaríos etílicos en esa misma terraza, semanas antes de convertirse en la novia oficial de Vicente. 

Ha pasado mucho tiempo de todo aquello y hoy Vicente Muñoz, escritor y outsider (felizmente escritor y, afortunadamente, todavía outsider) me invita a mirar de nuevo por la cerradura y escrutar en sus recuerdos, narrados con voz propia pero brillantes como el reflejo de cada uno de nosotros en el espejo. Ha pasado mucho tiempo y ya no le tengo miedo, hoy me provoca una mezcla de respeto, cariño y admiración. También disfruto de las preciosas fotos que Silvia comparte en su muro, cada vez que veo a César recordamos esa admira azul que le vendí a cambio de dinero y de enseñarle canciones de los Ramones (KKK…), Yuyo me ha llevado en globo a conocer mi universo desde el cielo y Yolanda me sonríe desde su Mardi Grass coruñés. Y yo me siento cómplice de Vicente y de su pandilla, y me uno al deseo común de utilizar nuestro lenguaje (palabras, sonidos) para llegar a ser esa “versión mejorada de nosotros mismos”. Él lo ha conseguido. Me gustaría brindar por ello, pero ya no bebo y brindar con agua trae mala suerte. Así que mejor me vuelvo a sumergir en estas regresiones tan suyas y tan nuestras. 

Por cierto, Veredicto Final molaban mil y todas las canciones que nombra Vicente en este libro tenían algo. Pero mi favorita, premonitoria visión de carretera, beatitud y días de ruta, era “Camino del Sur”.


Alex Cooper, en Regresiones (Ed. Lupercalia, 2015).



REGRESIONES: En casa de Arrate Rodríguez.

EL ADIÓS: Los Cardiacos.

miércoles, 25 de febrero de 2015

REGRESIONES: Entrevista en Tam Tam Press.


photo by Demian Ortiz

Este libro es un canto a un pasado, el mío y el de mi generación, que no volverá.

El escritor leonés Vicente Muñoz presenta el jueves 5 de marzo, en el Gran Café de León, su último trabajo, “Regresiones”. Un relato autobiográfico, editado por Ediciones Lupercalia, que se sumerge en el espacio de los recuerdos y rescata de la memoria el León subterráneo de los 80 y 90. Cuenta su historia y sobre todo rinde homenaje a una generación. La cita, a partir de las nueve de la noche, contará con la presencia del prologuista Julio César Álvarez, algunos de los autores del epílogo y el directo de “Los tres norteamericanos”.

Por CAMINO SAYAGO

Dice Vicente Muñoz que ha quedado muy satisfecho con el resultado final de su libro, sobre todo porque habla de cosas cercanas a muchos de su generación. Y sobre todo porque nadie ha contado aún esta historia, la del León subterráneo de los 80. Años intensos de lectura, escritura, de bares, viajes y mucha música. Y de vida, en una ciudad efervescente.

Es lo que narra y retrata con cierta nostalgia esta novela introspectiva, a través de un viaje casi iniciático a las orillas de la infancia y la juventud. Un brindis a un tiempo que ya no va a volver. Mira hacia atrás y recrea escenas, atmósferas, emociones.

Desde Las Lomas, a vista de pájaro, 48 años sobrevolándolas, Vicente Muñoz se desnuda sin artificios. La literatura como excusa para escribir sobre la vida, la vida como desafío para alcanzar la perla. Y como un superviviente, escribe sobre sus propias regresiones, sobre su León quimérico y crepuscular, como una especie de mapa interior: “yo mismo por dentro y mis visiones de niño y recuerdos”.

“Todo ello, pienso, me ha hecho ser lo que soy, narrador y poeta, vende­dor de zapatos, apátrida y soñador. Como el Ying y el Yang. O como la propia vida. Pero sin todo ello, eso está claro, hoy sería alguien distinto y en el fondo no quiero serlo. La ciudad y el campo, el bullicio y la calma, el silencio y el ruido, lo blanco y lo negro, la tierra y el fuego”.

El libro cuenta con un prólogo de Julio César Álvarez y un epílogo con textos de 19 escritores y músicos.

—Alejandro Amenábar acaba de presentar el trailer de su última película “Regresión” y tú haces otro tanto con tus “Regresiones”, vaya coincidencia…

—Pues sí, la verdad, una extraña coincidencia. Supe de la película de Amenábar poco después de dar el libro a imprenta, de hecho hace sólo un par de semanas, aunque llevaba ya cerca de dos años trabajando en él y desde el primer día tuvo ese título, Regresiones, que condensa a la perfección su tono y contenido. No me ha hecho demasiada gracia, pero en cualquier caso, de haberlo sabido antes, tampoco hubiera cambiado el título de mi novela. Es parte de su esencia y lo que le da en el fondo sentido, tal cual yo la concebí, a modo de flashbacks y regresiones.

—Hablemos de esa época frenética y de inicia­ción, 1970-90, y del León subterráneo de entonces. A qué se debe este homenaje, es que ¿no has saldado cuentas?

—Soy un escritor básicamente autobiográfico. En mis libros, y a lo largo de mi trayectoria literaria, he hablado de muchos aspectos y períodos de mi vida, pero no de este en concreto, supongo que porque me faltaba aún perspectiva para poder abordarlo con criterio. Y sí, en cierto modo puede considerarse una deuda pendiente saldada, otra más… Me interesaba mucho escribir sobre el León alternativo o subterráneo de aquel tiempo, que fue el que en realidad viví, no el de los filandones y el folclore y la tradición, sino el de las bandas de rock, el CCAN y el Barrio Húmedo, el de los escritores, los músicos, los bares de noche y los fanzines… Nadie, que yo sepa, había escrito sobre esto una novela, y eso es exactamente lo que me propuse hacer.

—Eres, como dices, un escritor autobiográfico: “lo que me pasa lo cuento, es­cribo sobre la marcha, vivo escribiendo y escribo viviendo”. ¿Cómo se escriben los recuerdos décadas después?

—Como te decía antes, con mayor perspectiva. Me hubiera gustado escribir este libro hace mucho tiempo, estaba ya en mi cabeza, pero han tenido que pasar más de dos décadas para que haya podido hacerlo, lecturas, experiencias, recuerdos…

—Obsesión por lo maldito, llave de plata… ¿Ahí está el origen de tu escritura?

—En parte sí, siempre me han gustado los escritores malditos y todo lo que escribo tiene conexiones con el pasado y la memoria, mucho más aún este libro en concreto. H.P.Lovecraft, uno de los autores que gravita sobre Regresiones, hablaba de una llave de plata que abría la puerta a las ensoñaciones de su infancia, a la capacidad de ensoñar que vamos perdiendo con el paso del tiempo al hacernos adultos. Me parece una metáfora muy acertada y a menudo la he utilizado en este libro, que es, por encima de todo, un canto a un pasado, el mío y el de mi generación, que no volverá.

— ¿La nostalgia es un placer?

—Sin duda. Pero también una condena. Complace y duele en idénticas dosis.

—Narrador y poeta, vende­dor de zapatos, apátrida y soñador. Así te defines en este viaje por tu experiencia.

—Efectivamente. Creo que es una buena definición. Narrador y poeta por encima de todo, es mi forma de ser y estar en la tierra y lo que realmente alimenta mi espíritu. Vendedor de zapatos, porque es de lo que como y vivo (la literatura da, en el mejor de los casos, para merendar, no para comer, al menos a mí). Apátrida, porque me siento ciudadano del mundo, no de aquí ni de allí, sino de todas partes, no soy ni leonesista ni regionalista ni nacionalista ni chauvinista, no me interesan esas etiquetas. Y por encima de todo, sí, soñador: sin sueños, al menos yo, no se puede vivir…

—Cuarenta años después, la sombra de la Casa Botines, tu particular Casa Usher, sigue ahí para decirte que ahí comenzó el misterio con la literatura, a través de tu abuela.

—Sí, afortunadamente sigue ahí. Mis abuelos vivían en un ático de esa casa y una de las habitaciones, el comedor, daba a uno de los torreones góticos del edificio. Me recuerdo de niño allí, asomado a la ventana viendo a la gente pasar e imaginando sus vidas, primeros ensayos de ensoñación… Y cada vez que paso a su lado hoy en día, miro al torreón de mi abuela, quizás con la esperanza de verla asomada allí con una llave de plata en la mano…

—Luego la pasión por la lectura con las historias de superhéroes, el cine de terror que descubriste más tarde… ¿Esa fas­cinación por el horror permanece?

—Por supuesto. Hablo mucho de ello en el libro. Siempre me ha apasionado la literatura y el cine de horror, ya desde niño… No sé por qué exactamente, he intentado descifrarlo escribiendo esta novela, remontándome a mi infancia, y quizás ahora lo tenga un poco más claro. Pero es cierto, siempre me ha fascinado.

—De los cómics y películas setenteras a los relatos de Poe y Lovecraft, de las películas de psicópatas y espiritismo a las de ciencia ficción, ¿Es la pasta en la que te has moldeado?

—Una parte tan solo. La de mi iniciación, digamos. Que luego se ha ido enriqueciendo con el paso del tiempo, alta y baja cultura lo mismo me da, mi escritura es un reflejo de todo lo que he ido viendo y experimentando en mi vida, lecturas, música, estudios, viajes, amores y desamores, etc.

—Por cierto, ¿La Casa del cine Mari continua en tus pesadillas? Ahí nació tu afición por lo diferente y extraño. Como tu parche en el ojo.

—Sí, ahí sigue… Precisamente por ahí arrancó este libro, hablando de esa mansión, la Casa del cine Mari, también llamada Casa de Aguas… Es un recuerdo que tengo grabado en mi memoria a fuego… Aquel caserón siniestro y sombrío, que merodeaba con mis amigos de niño y que tanto me impresionaba. Y el parche en el ojo, debido a mi estrabismo infantil galopante, también… Todo crea sustrato y todo sale tarde o temprano en los libros si eres un escritor autobiográfico.


—Lovecraft fue el autor con el que te enganchaste a la lectura, los Mitos de Cthulhu fue tu libro de cabecera y el que te impulsó a escribir tus primeros relatos. Luego el realismo sucio y la literatura beat, Céline, Thomas Bernhard e incluso Carlos Castaneda. ¿Cuáles son las referencias literarias de “Regresiones”?

—Básicamente esas que citas. Los autores del círculo de Lovecraft, por un lado, y la literatura gótica y de horror, que fue la que despertó mi pasión por la literatura, los escritores beat, Kerouac sobre todo, cuya obra gravita siempre sobre la mía, Louis Ferdinand Céline y Thomas Bernhard, siempre presentes, y por supuesto Carlos Castaneda, otro de mis autores de cabecera. También el simbolismo y el decadentismo y muchas otras referencias, pero sobre todo esas que has citado.

—Este relato tiene muchos ecos sonoros, desde las sintonías de las series de televisión que engullías, a las que creaste tú mismo con tus grupos. Literatura y música están unidas en tu educación vital…

—Sin duda alguna. Pero más que nunca en este libro. Me interesaba mucho narrar esa parte de la cultura leonesa, la de las bandas de rock de los ochenta, de la que creo que nadie hasta ahora había escrito, la influencia de Los Cardiacos en nuestra generación, y de grupos como Parálisis Permanente o Gabinete Caligari, entre otros muchos, que fueron decisivos para nuestra formación. Y quería también hablar de Veredicto Final, mi propia banda ochentera, en la que yo tocaba la batería, y de grupos afines de aquel tiempo, Deicidas, Opera Prima, Flechazos, Positivos, Los Vagos, Abogado del diablo, Salamanders, etc, etc.

—Llama la atención un hecho desagradable que rememoras, la leyenda urbana de la descuartizadora del Portillo. Un crimen pasional ocurrido en 1975 que dio mucho que hablar. ¿Tanto te impresionó?

“Vive tu memoria y asómbrate”, dijo Jack Kerouac…

—Muchísimo, la verdad. Yo tenía nueve años entonces y aquel crimen dio, efectivamente, mucho que hablar… Recuerdo a mis padres, cada vez que subíamos la cuesta del Portillo y pasábamos por delante de esa casa, hablando estremecidos del tema, del horror de aquel cadáver descuartizado…

—Al ritmo de Los Cardiacos, Los Ramones y Siniestro Total, brotaron amistades especiales que aún mantienes: “Xen”, el poeta Alfonso Xen Rabanal con el que te reencontraste años después en el fanzine “Vinalia Trippers”. Y “Gabi”, el escritor Gabriel Oca con el que también estas muy unido. Esto no son regresiones…

—Sin duda alguna, ahí están ambos dos, siguen presentes. Pero no solo ellos, muchos otros pululan también por el libro, Regresiones es una novela generacional y son muchos los que se dan cita en sus páginas. De hecho, el libro lleva, además de un prólogo de Julio César Álvarez, un epílogo coral con textos de diecinueve músicos y escritores leoneses de mi generación, que sirve de contrapunto a mi narración y experiencia.

—Para Proust era una magdalena. Para ti han sido otras cosas las que han abierto las puertas de tu memoria. De eso habla este libro, dices, ¿qué sientes ahora, una vez finalizado el proceso de escritura?

—Siento que he escrito el libro que quería desde hacía mucho tiempo escribir. Y que he saldado cuentas importantes con mi memoria y recuerdos… Espero que conecte con mi generación, a la que va dirigido, porque habla del León que, a mi lado, muchos otros también vivieron, y no es el que nos habían contado hasta ahora…

—Por último; superviviente, outsider, libre y siempre dúal. Te repites, “es como quiero ser”

—Sí, y así soy. Para lo bueno y para lo malo soy así… No me arrepiento.

Colaboran en el epílogo de “Regresiones”:

CÉSAR FERNÁNDEZ CARNERERO / ANA CAMPE / ALEX COOPER / PACHO RODRÍGUEZ/ GABRIEL OCA FIDALGO / SILVIA D CHICA / JOSÉ BERROT DOMÍNGUEZ / ALICIA ELEKTRA / VICTOR M. DÍEZ / ELOÍSA OTERO / CARLOS ANTONIO SUÁREZ MARCOS (Carlos Luxor, Toñín Capricho, Marquitos) / JOSÉ PAJARES IGLESIAS / FELIPE ZAPICO ALONSO / CARLOS SALCEDO ODKLAS / JUANCHO LÓPEZ / MANOLO POSITIVO / ILDEFONSO RODRÍGUEZ / EKNORFU PALIG (aka TOÑO PEDRADA) / TOÑO BENAVIDES




Book Trailer del libro


photo by Silvia D Chica

REGRESIONES: En casa de Sheri Martinelli.

POLÍGONO SUR: Dogo & Los Mercenarios.

martes, 24 de febrero de 2015

REGRESIONES en BEBIENDO VERSOS



Regresiones es, ni más ni menos, la novela que siempre había querido escribir. Aunque han tenido que pasar muchos años, más de dos décadas desde los hechos que narra, para poder hacerlo a mi gusto y estar satisfecho (mucho) del resultado. Creo que, en el fondo, siempre ha estado en mi cabeza tal cual la he entregado a imprenta, pero he necesitado la perspectiva del tiempo, más que con ningún otro libro, para poder escribirla así. Y es, también, una deuda pendiente conmigo mismo y con el León que viví en mi infancia y juventud al fin saldada. Me lo decía la gente a menudo: has escrito de muchas cosas, pero no de aquello, del León de la dictadura y la Transición, del León subterráneo de los 80, de las pandillas y bandas de rock de aquel tiempo, de los Cardiacos y Los Flechazos y Deicidas y Ópera Prima y Veredicto Final (mi grupo), del Húmedo y del CCAN, de los fanzines y las alcantarillas... Pero era para mí siempre una tarea pendiente, mientras, en cambio, iba escribiendo con regularidad otros libros, poemarios, relatos, ensayos y novelas, un buen puñado de ellos ya. No sé si tenía prejuicios, me intimidaba hacerlo, me faltaba técnica, tiempo o disciplina, pero el caso es que escribir esta novela era, repito, algo que siempre había querido (y hasta ahora no había podido) hacer. Supongo que necesitaba, simplemente, más perspectiva, y ese poso de nostalgia que va dejando el paso del tiempo, absolutamente necesario para abordar lo que yo quería escribir y hacerlo como finalmente lo he hecho. No el León de los filandones, los pueblos sumergidos y abandonados, la guerra civil, los maquis, el folclore y la tradición, sino el León que yo y muchos otros de mi generación vivimos entre los años 70 a 90, urbano y efervescente, salvaje y cautivador, que muy poco tuvo que ver con el rural que reflejaban las novelas que entonces aquí se escribían. Que yo sepa, además, nadie ha escrito aún sobre esto, ningún libro hasta ahora ha abordado todo aquello, nuestro León contracultural y subterráneo, y estoy realmente orgulloso de haberlo hecho yo, que viví en primera línea (y con las baquetas en la mano) aquellos días. Y estoy seguro, también, de que mucha gente de mi generación se reconocerá en esta novela, en los hechos y vivencias que relata, en las calles y bares donde se desarrolla, en las canciones y libros de los que habla, en las anécdotas que narra y en aquel espíritu festivo e irrepetible de la Movida y la Transición.

God Save the Trippers: El ritmo continúa.


Vicente Muñoz Álvarez, para Bebiendo Versos.




Book Trailer


REGRESIONES: En casa de Jota de la Rosa.

lunes, 23 de febrero de 2015

REGRESIONES: MERRY PRANKSTERS 2: Ana Campe.



ANA CAMPE 

(La Perla) 

Vicente! Busco la perla. La encuentro (el que guarda halla). Tiro del hilo; sale un collar entero. El de Ariadna, que quizás me ayude a salir de algún laberinto... 

Destapaste la caja de los truenos con tus regresiones, querido amigo! Y soy consciente de que llevo pegado el fantasma de una cría de quince años en la suela de los zapatos. 

No voy a hablar del León llambión que se zampó cuerpos y talentos. Ni quiero hablar de tiranos, de parches, de grises ni marrones ni explosiones de colores. 

Te diré lo que quedó en mi carne y mi memoria. Y sólo deseo que, cuando venga un novio alemán llamado Alzheimer a rondarme al atardecer con un ramiitoo dee violetas, quedes tú como guardián de nuestra memoria. 

Flashback 1. El Acto. 

Siglo pasado. Primavera del 83. Principios de junio. Último año de colegio (Ponce de León). Para mí que sólo tengo quince años cumplidos... “la niña bonita”. Tus padres están en el pantano. Me llevas a tu casa. Tu habitación es gabinete del doctor Caligari. Todo allí eres tú y lo muestras sin pudor: un pez globo, Richard Corben, piedras transparentes de colores, colecciones, Parálisis Permanente, un microscopio, soldaditos de plomo para pintar, Ramones, sellos, latín, monedas, Siouxsie, cromos, cómics, superhéroes, Makoki, griego, tortugas, salamandras, tritones, Siniestro, La Polla Records, sexo.... 

Yo soy pura virgen vestal, tú no pero casi... me pones celosa con aquella canción de Roxi fue lo que fue. Con preservativo en mano y algún cono de incienso quemándose por ahí, nos fundimos con “El acto”, “Unidos”. 

Ahora soy tu coqui, tu curry de Madrás. Tú eres mi chico, mi osito cruel, mi primer batería. De los que más duro golpeó en mi corazón de niña. 

Flashback 2. La Metamorfosis. 

Viernes. Concierto de Polanski y el Ardor. Hay que hacer algo con mi imagen de heavy-hippie: melena rizada hasta el culo, jersey de lana hasta las rodillas, foulard al cuello... consigo de mi abuela una chaquetita negra de manga francesa. Le corto los pies a mi maillot negro de ballet. Compro unas bailarinas de leopardo y chúpame la punta... y bailaré sobre tu tumba... me prestas una chupa de cuero que me queda por los muslos. Me cortas la melena, rapas mis parietales. Si me lo hubieras pedido me habría rapado más cosas. Crestón de azúcar y limón. No me pinto para poder entrar a la Mandrágora. Maquíllate, maquíllate... No me gusta maquillarme. 

Tú con camiseta de Ramones, pantalón negro pitillo, muñequera de pinchos y zapatos de gamuza azul... y negra. Me miro en el espejo de tu habitación y siento que seremos los héroes un día nada más... Salimos del Carmen 12 y a la vuelta de la esquina está la disco. Hacemos tiempo en el Santa Rita. Allí ya hay algún Yuyo. Sacamos las entradas. Me pasas el brazo por los hombros. Entramos sin problemas, nadie pide carnets...¡qué coño!, !hay que hacer caja! 

Empieza el concierto. Tremendos. Yo no fumo ni bebo pero ese día hacía frío y me tomo un par de alicaos con coñac. Alguien me pasa un canuto perdido que huele a uña. Polanski canta “Azul”: afectado por mil líneas paralelas, sumergido en un escalofrío azul, sácame de aquí, sácame... 

Y me sacaste. Me acompañas al Paseo de Salamanca 11, 9B, o mejor, O.N.C.E no ve, no ve. Cuatro leones fieros vigilan el puente de la estación como esfinges, la verdad. Dos yonquis encaminan sus pasos perdidos hacia el River Side. Sopla norte y tú me abrazas, me proteges, me sostienes, me llevas a casa de mi madre. Un beso. Hasta mañana. Intento abrir sin ruido. Abre ella. No ha dormido. Me mira. Me coloca dos hostias como panes (las madres siempre tenemos razón). Me voy caliente a la cama. Te quiero mamá. Perdona las noches en vela. 

A los pocos días Mari te conoce. Se enamora también de ti. Cómo te quiere mi madre, Vicen. 

Flashback 3. Veredicto Final. 

Todo el mundo que puede y sabe perpetrar un instrumento se tira a hacer un grupo de música. 

Tus padres te habían regalado una batería. Luis se atreve con el bajo (estuvo ahorrando meses para comprarlo). Bingo, el mayor del grupo y con mayor poder adquisitivo porque trabajaba en una tienda, compra enseguida una guitarra y yo, a la voz, consigo el micrófono más barato que vende Groucho. Empezamos a ensayar con un fervor de locos. Las primeras canciones salen como churros. Luis y tú estudiáis Derecho y proponéis un nombre. El grupo se llamará Veredicto Final, como el clásico de Sidney Lumet de 1982. 

Hay un concurso en la discoteca Mito´s. Los ganadores grabarán una maqueta en un conocido estudio leonés. Allí nos presentamos con nuestras mejores galas, temblando como hojas pero con dos huevos. Tenemos que competir con viejas glorias, y no tan viejas, como Positivos, Opera prima... 

Salimos cuando nos toca, graban audio y vídeo (de esto hace 31 años y no se dónde ni quién me lo enseñó años después). Vicen parapetado tras sus paiste verdes. Luis dando la cara. Bingo, con nervio, mirando al suelo, y yo, sin dejar de mover una pierna y embutida en una ajustada falda de pata de gallo, intento cantar tapando con el micro mis labios de jamón de york, más bien mis hermosos dientes grises tintados para siempre por las putas tetraciclinas. De esa actuación sólo recuerdo un tema: “Mariposas”, del que todavía conservo la letra, de propia cosecha, en alguna vieja carpeta. Debimos quedar los penúltimos, por no decir que fuimos la arrancadera. 

A los pocos días nos reunimos en casa de César para analizar el desastre. Que si hay que ensayar más, que si patatín, que si patatán. Total, salimos tarifando hasta el próximo ensayo. Montamos en tu moto. Salimos zumbando por Antonio Valbuena dirección Paseo de la Facultad, tú con tus zapatos de gamuza azul... y negra, yo con una camisola de raso, última creación haute coutûre chez Marie- Anne; yo ponía el diseño y mi madre la máquina de coser. Discutiendo como locos en tu Vespa salimos al paseo sin mirar. Ni stop ni leches. Un camionaco de tres ejes, al nonasegundo de pasar nosotros, me arremolina la camisola con su rebufo y un compasivo ángel de la guarda, gordo como un tordo, nos ha guardado un hueco en la acera de enfrente, entre dos coches aparcados en cordón. Frenazo. Bajamos de la moto riéndonos atacados de los nervios. Hubiera sido una lástima que mi camisola negra y dorada, tu Vespa rojo Bergman y tus zapatos de gamuza azul... y negra quedaran debajo de esas ruedas. Aunque habríamos hecho unos bonitos y jóvenes cadáveres. 

Después de poco más de un año tan lleno como un siglo llega el tainted love... tú y yo rompemos. Ya no me miro en el espejo de tu habitación. Bye, bye love... Adiós tortugas. Adiós salamandras. Adiós tritón... see you later alligator... Unos meses después dejo el grupo. 

Luego hubo para mí más músicas, más grupos, más hombres, más músicos, más públicos, otras ciudades, muchos más escenarios, estudios, trabajos, mi hija... pero divago, eso es otra historia.


Ana Campe, en Regresiones (Ed. Lupercalia, 2015).


domingo, 22 de febrero de 2015

REGRESIONES: Garitos, pandillas y rock en León de los 80 y 90: Reportaje en La Nueva Crónica.


 
Imagen que aparece en la portada de la novela de Vicente Muñoz, ‘Regresiones’.| DEMIÁN ORTIZ

Fulgencio Fernández | 22/02/2015, La Nueva Crónica.

Garitos, pandillas y rock en el León de los 80 y los 90

 ‘Regresiones’ es una novela cargada de autobiografía, la de Vicente Muñoz Álvarez, y un viaje a la memoria urbana y canalla de esta ciudad


Vicente Muñoz (León, 1966) estaba allí. Vicente Muñoz siempre está porque se sube a todos los carros, no se detiene jamás, cultiva todos los géneros, crea. Cree. Editor, narrador, poeta...

Vicente Muñoz estaba en aquel León para muchos mágico de los años 80 y 90, en el urbano, el del Húmedo y el rock, el de las tribus y los garitos, el de las ansias de la libertad recién estrenada. Efervescente. Y cree que, además, aún está sin contar. "Se ha escrito mucho, muchísimo, sobre el León rural, folclórico y tradicional, el de los filandones y los pueblos abandonados y sumergidos y los maquis y las trincheras, pero no sobre el León del CCAN, de la Movida, de las bandas de rock y las tribus urbanas y sus lugares de encuentro".

Lo ha hecho él. Acaba de publicar la novela de aquella época, ‘Regresiones’, que ya está en las librerías y se presentará en el Gran Café el próximo 5 de marzo. Una novela autobiográfica pero, sobre todo, una historia generacional. "Es cierto, es el retrato de una época y una generación concreta, una crónica subterránea del León de los años 70 a 90, que es algo de lo que nadie hasta ahora, que yo sepa, había escrito". 

Y escribió él, Vicente Muñoz, que estuvo allí. No niega la nostalgia, aunque no le guste. "Fueron unos años, al menos para mí, realmente especiales e intensos, de formación, escritura, viajes y rock and roll, y tengo de ellos muy buenos recuerdos. No me gusta demasiado eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sinceramente creo que aquel sí lo fue. Tanto a nivel económico y laboral, por supuesto, como a nivel creativo. España salía de una traumática y muy larga dictadura, y con la Transición llegaron aires nuevos, un espíritu festivo y libertario que, a mi juicio, se ha perdido por completo. Aunque han tenido que pasar muchos años, más de dos décadas, para que yo haya podido escribir a mi gusto y con criterio esta novela". 

Un León de tabernas, una lista inagotable: el Lisardo, el Emiliano, el Matasiete, el Minibar, el Racimo de Oro, la Cantina (y sus acid test), la Bodeguita, el Oriente Medio, el Lorenzo, el Montejos, el Universal (el bar de Bingo, guitarrista de mi grupo, Veredicto Final, nuestra segunda casa y punto de encuentro a finales de los 80), el Octubre Rojo, la Patata, el Flechazo, el Place (de Mila y Teté), el Pote, el Desnivel, el Garbanzo Negro, la Bodega Regia, el Besugo, la Gitana, la Piconera, el Chivani, la Bicha (vade retro, Satanás), el Valdesogo, la Tierra, el En obras, el Miche, el Húmedo, el Tizón, la Dulzaina, el Cuervo, el Dulcinea, el Celso, el Toisón (que inmortalizaron en una canción, himno de la noche leonesa, Los Cardíacos), el Agustín, el Benito, el Polvos, el Cafetín, el Quijote, la Mazmorra, el Esteban.., uff, vale, un León diferente. "Yo lo recuerdo como efervescente y muy divertido, desprejuiciado y mucho más abierto que el de la actualidad. Lleno de asociaciones y colectivos, bares alternativos, garitos de rock and roll, pandillas y bandas musicales de todos los colores y estilos, y tribus urbanas con identidad. Y desde luego, menos inmovilista y conservador".

Y lo hizo novela, la tituló ‘Regresiones’, la historia que, explica su colega Pacho Rodríguez en uno de los 20 epílogos de este libro que, explica, "es para los que están y para los que ya no están. Incluso para los que ni estuvieron. Es un álbum temporal de fotos de otro mundo que no va a volver. Porque, lo bueno, que hubo mucho, son tatuajes en la piel. Unos son besos. Otros, cicatrices. Nunca se quitarán. Pero ahora aparecen en forma de páginas imperdibles y palabras de un francotirador que, lo dice, no quiere disparar a matar".

Y no mata. Pero descansa, al fin ha escrito la novela que él sabía que llevaba dentro. "Regresiones era para mí una deuda pendiente desde hace mucho tiempo, el libro que siempre había querido escribir. Entretanto, he escrito otros muchos, pero no había tenido la suficiente perspectiva temporal para abordar este, y al fin he logrado hacerlo. Con el añadido, además, de las colaboraciones de veinte escritores y músicos de mi generación, que colaboran en un epílogo coral dando su punto de vista sobre aquel tiempo y el libro, sobre aquel León que vivieron conmigo y que ya no volverá".

Para que no parezca una añoranza de lo vivido y hacer patente ese clima efervescente del que habla Vicente Muñoz, el escritor no duda en traer a la memoria y al papel algunos de los nombres de referencia de aquellos felices años 80. "Para mí el gran referente social y cultural de la época, por encima de cualquier otro, es Los Cardiacos. Ese grupo marcó la juventud de toda una generación leonesa, la mía, y fue la puerta a otros grupos de la entonces incipiente Movida. Y junto a ellos, otras bandas paralelas de entonces, Deicidas, Opera Prima, Positivos, Flechazos, Los Vagos, Salamanders, The Crepitos, La Fuga, Oscuros, Odessa, Abogado del diablo y, por supuesto, mi propio grupo, Veredicto final, yo a la batería... Y también todo el círculo de creadores, escritores, pintores, músicos, etc, del entorno del CCAN, que fue un lugar imprescindible de reunión y de encuentro en aquella época. Y, cambiando de registro, Miguel Ángel Martín y Toño Benavides, dos ilustradores con los que he trabajado en muchas ocasiones, tanto en el fanzine que edito, Vinalia Trippers, como en mis propios libros, que ambos han ilustrado". 

Y con estas mimbres – y otras muchas que Vicente Muñoz explica que se quedan en el tintero pues no se trata de hacer un diccionario sino de rescatar algunos nombres inolvidables – se construyó un León en el que se respiraban aires "más intensos, libertarios, prometedores, más festivos y, sin duda alguna, más prósperos a todos los niveles. Creo que con el fin de la dictadura, la sociedad española quiso pasar página y olvidar. Y eso, unido a un período de bonanza económica y efervescencia cultural, hizo de aquel tiempo algo, efectivamente, muy especial".

Cree sin embargo que no se supo valorar todo aquel movimiento y tal vez su novela tenga un cierto afán justiciero. "En León, desgraciadamente, nunca se ha sabido valorar demasiado lo que tenemos. Ni antes ni ahora. De aquí han salido bandas de rock con proyección nacional, artistas, narradores y poetas de renombre que han tenido que irse a otras ciudades para ser debidamente reconocidos. Sólo cuando ese reconocimiento viene de fuera, parece que aquí se comienza a tener en cuenta, un mal endémico de esta ciudad. Pero, sobre todo a nivel musical, aquellos años fueron muy activos, docenas de grupos y conciertos en multitud de salas leonesas, que conformaron un sugerente panorama. Hoy en día, quizás, eso está sucediendo más a nivel literario. Pocas ciudades de nuestro tamaño y país tienen este porcentaje de escritores con obra publicada, es algo que fuera de nuestra provincia circula de boca en boca".

Todo un personaje este Vicente Muñoz "que estuvo allí" y también en Botines, edificio que ha llevado a la contraportada porque, explica, mantiene con él una relación especial. "Mis abuelos paternos vivían allí, en un ático que daba a uno de los torreones del edificio. Allí me recuerdo de niño, mirando por la ventana a la gente pasar. Mi padre, que nació y se crió allí, me contaba a menudo anécdotas del vecindario y la casa durante la guerra y posguerra, sobreexcitando mucho mi imaginación».


photo by Silvia D Chica

sábado, 21 de febrero de 2015

REGRESIONES: MERRY PRANKSTERS 1: César Fernández Carnerero.



CÉSAR FERNÁNDEZ CARNERERO

(Del 1 al 10)

Cesinar... ¿qué posibilidades del 1 al 10 tenemos de despeñarnos al escalar esa montaña? Vicente, siempre cuantificando posibilidades de aventuras y expediciones en el maravilloso paraje de Barrios de Luna. Escalando montañas y navegando por el pantano, primero en la "Daria" y después en la "Vemar". Allí crecimos en muchos veranos, y nos convertimos en politoxicómanos musicales. Tuvimos la suerte de vivir la explosión musical de los 80, fuimos a todos los conciertos, maqueados con nuestros boogies de ante de Swing (en la calle Argensola) y chupas de cuero. El Toisón y los Cardiacos y la Mandrágora, donde vimos a todos aquellos grupos, Polanski y el Ardor, Glutamato Ye Ye, Loquillo y los Trogloditas, con Ópera Prima de teloneros, Golpes Bajos, Nacha Pop y un sin fin de ellos más. También la Tropicana, donde vimos el último concierto de Parálisis Permanente, allí tocaron también Decibelios, Ilegales y más Cardiacos, y 091 en el Platón. Enganchados a la música hicimos nuestro propio grupo, Veredicto Final, del cual formé parte con Vicente y Luis. Después llegarían Bingo, Campe y Edu, primer ensayo en el salón de mi casa, aturdiendo a los santos vecinos, más tarde en la casa de Nava (lo que me hace recordar que algún hijo de puta me robó mi guitarra, una Admira Star azul que le compré a Alex Cooper: gratifico información veraz para su recuperación) y después en la finca de Luis Fursón, y luego la llegada de la Specíficas, también en el taller de mi padre... Crecimos y llegaron las motos, vespas y lambrettas, y mi Royal Enfiled del 34, legado de mi padre... El Universal, Oasis, Platón, Layla, Garabatos y Equilibro, música y más música, Los Ramones, The Clash, Jam, Who, Rolling... 

Regresiones, algunas incontables. 

Del 1 al 10... Vicente, hermanito, un 10.


César Fernández Carnerero, en Regresiones (Ed. Lupercalia, 2015).


REGRESIONES en LEÓN


FRIENDS


con Víctor M Diez, Carlos Muñiz 
& Eloísa Otero

viernes, 20 de febrero de 2015

jueves, 19 de febrero de 2015

REGRESIONES: En casa de Silvia D Chica.


Ya tengo mi ejemplar de Regresiones!!
Con una foto de cubierta interior a la que tengo mucho cariño y un montón de gente en este libro definitivo de Vicente Muñoz Alvarez con la que comparto mucho más que unas cañas. . . 
Enhorabuena a todos por ser y estar.

martes, 17 de febrero de 2015

LA CABELLERA



mi adorada hermana en casa el otro día sacando fotos a diestro y siniestro... mi hermana (ella es así) examinando huecos con lupa y observando y preguntando y por casualidad fotografiando algo que hacía siglos no salía de mí... pelo de mi pelo, carne de mi carne, sangre de mi sangre, entre pétalos embalsamada desde hace veinte años o más... y cómo, pienso, se nos pasa el tiempo, y cuándo, me pregunto, aquel arrebato, y las tijeras que cortaron este pelo y las manos que lo acariciaron y lo trenzaron y el por qué y el cómo y el para qué... mi adorada hermana fotografiando esta trenza, pelo de mi pelo, y todo el peso brutal y aplastante del tiempo dentro de mí, de nosotros, de mi hermana y de mí, y de las personas que hemos querido, estigmas, cicatrices, tatuajes en la piel, cada regresión una emoción y un recuerdo, los que fueron, los que eran, lo que son, los que no son y los que ya nunca estarán... y aquel macabro y romántico relato de Maupassant, La cabellera, y esta trenza ahora y aquí, todo yendo y viniendo, viniendo y yendo, pero sentir, seguir sintiendo aún hoy... todavía...


Vicente Muñoz Álvarez


lunes, 16 de febrero de 2015

RAZÓN DE LA LUCHA

la vida es dura y complicada, sí, pero me enseñaron desde niño a encajar los golpes y levantarme siempre de mí... tiempos nuevos, crudos, tiempos salvajes, estoy de acuerdo, de cuadrilátero y circo, pero que nada te tumbe, me decía siempre mi padre, que nada te tumbe, y sigo asimilando aún la lección... la vida es triste, injusta, cruel, despiadada, pero nadie más que tú puede ayudarte, no lo olvides, nadie, si tú no luchas, te podrá ayudar... los malos tragos, los sueños rotos, los golpes bajos, la sinrazón, el extrañamiento, las decepciones, los desengaños... o que a perro flaco todo son pulgas, de acuerdo... pero encaja dignamente los golpes, me digo, encájalos con la cabeza bien alta y sigue luchando, no tires la toalla, no desistas todavía, no abandones nunca, nadie, si tú no luchas, te podrá ayudar... es dura la vida y son tiempos crudos y salvajes, tal vez, pero hay que luchar, eso me enseñaron de niño y eso sigo aún aprendiendo... mejor o peor, mal o bien, con o sin miedo, temblando o no, me repito, hay que luchar... nadie, si tú no luchas, te podrá ayudar...


Vicente Muñoz Álvarez

TIEMPOS NUEVOS, TIEMPOS SALVAJES

REGRESIONES: Prólogo.



Los lectores de Vicente Muñoz Álvarez estamos de enhorabuena. Especialmente porque Regresiones puede que sea una de las obras definitivas de su autor. A la altura de su introspección más profunda, El merodeador (Baile del sol, 2007) o de su poemario más imperecedero, Animales perdidos (Baile del sol, 2013). Un punto y aparte en una forma única de entender la creación literaria en nuestro país. Sin concesiones y estridencias, plagado de coherencia e intensidad, y por supuesto unido a una pasión y a una eficaz inercia muscular del que asume que la literatura no soluciona nada, pero lo cambia todo. Sumado a su ya consabida y siempre rebelde “apuesta suicida por la literatura” y la vida, entremezcladas en un permanente autobiografismo que persigue cambiar las reglas del juego y nuestra forma de mirar y mirarnos. Un desafío, literario y personal.

Regresiones se convierte pues en una especie de memorias precoces de un tiempo casi mágico. De su infancia en un León gris hecho color gracias a los cómics, las viejas arquitecturas (su relación con Casa Botines nos recuerda que la realidad puede ser mejor que cualquier ficción), los cromos y las teleseries, a una adolescencia y primera toma de contacto con la música popular (de ese “todo empezó con los Cardiacos” a formar parte de Veredicto Final), el cine (un recorrido por las películas eróticas y el terror), el sexo (Dedo es deslumbrante por su sencilla efectividad), la amistad (por estas páginas deambula prácticamente cualquiera que llegara a hacer algo creativo en el León de los 80), el alcohol y la noche, o la propia intuición de la muerte (“he estado a punto de morir luego otras veces, supongo que algunas sin saberlo”). En un continuo despojarse de elementos innecesarios, tan sólo emociones sin coartada, entre la narrativa sobria y el lirismo directo, con el pasado como patio de recreo en el que zambullirse y hallar las respuestas a un presente que confunde o genera desgaste, y en el que autoafirmarse es casi un acto de supervivencia (“ahora disfruto del estigma y la lacra, me singulariza entre el rebaño y me hace plenamente consciente de mi condición”).

Mirar atrás y recrearse en los detalles. Con una mirada lúcida y tierna, donde no hay que demostrar absolutamente nada a nadie. “Vive tu memoria y asómbrate”, afirmación rotunda de Jack Kerouac que Vicente Muñoz Álvarez hace suya aquí como dogma de fe, empeñado, ya desde sus primeras obras, en desenredar la propia vida como un gran maraña de lana, dejándonos presenciar la faena con curiosidad voyeur. Un atractivo tira y afloja con la memoria selectiva, los afectos personales y las distintas instantáneas de una vida que, aunque lejos, parece la de cualquiera de nosotros.

Y por supuesto, Regresiones es un positivo ajuste de cuentas con los héroes y mitos personales de su autor. Una larga lista que recorre con naturalidad lo popular y la alta cultura. Todo un particular muestrario, una guía esencial de esas influencias y pasiones más desatadas. Donde Hulk convive con Malcolm Lowry en igualdad de condiciones, lo que habla a las claras de la apertura mental de una obra y un autor que no cree en los encasillamientos o los lugares comunes. Quizá tan sólo disfrutar del recuerdo, paraíso perdido que resulta fascinante desde un presente fabricado de crisis económica y desencanto. Leit motiv último de este viejo refugio atómico desde el que observar el brillo de la bomba. Y al que ha invitado a unos cuantos, convirtiendo el cierre, un epílogo colectivo, en el sincero hermanamiento de una generación que mira lejos. 

Un canto a un tiempo que ya no volverá. De ahí su increíble magnetismo, su magia.


Julio César Álvarez, de Regresiones (Ediciones Lupercalia, 2015).


Book Trailer del libro


SIMON RUMLEY

domingo, 15 de febrero de 2015

ROBINSON CRUSOE EN MARTE



Por lo bizarro, lo psicotrónico y (nunca mejor dicho) por lo marciano, merece la pena videar esta película, Robinson Crusoe en Marte (1964), de Byron Haskin (el director de La Guerra de los Mundos), una adaptación libre (aunque bastante fiel) de la novela de Daniel Defoe y un magnífico exponente de cine de ciencia ficción de serie B norteamericano. 

Todo ello, por supuesto, sin ser una gran película, haciendo aguas por muchos sitios (el guion, sobre todo) y resultando completamente inverosímil en la actualidad...

Si sois capaces, sin embargo, de obviar esas carencias y valoráis este tipo de cine de bajo presupuesto, disfrutaréis de lo lindo con esta delirante versión del clásico de Defoe y las aventuras y desventuras de su Robinson en Marte, que son de lo más entretenidas y no tienen desperdicio.

Un fatídico accidente en una nave espacial, un aterrizaje forzoso en el planeta rojo, un medio solitario y hostil, un Viernes llegado de otra galaxia, ataques de naves alienígenas, situaciones extremas y mucha, mucha imaginación, harán las delicias de los amantes del cine de ciencia ficción y aventuras de los años sesenta.

Otra joyita olvidada, en suma, que merece la pena desempolvar.

Vicente Muñoz Álvarez

Trailer in You Tube


sábado, 14 de febrero de 2015

VIVE TU MEMORIA Y ASÓMBRATE



ya en casa, al fin, Regresiones, me llegó ayer una remesa y, la verdad, la edición es estupenda, chapeau por Lupercalia again... otro libro más en la cuenta, otro pedazo de mí rulando por la tierra, mensajes en botellas rotas, códigos cifrados, claves de nostalgia y ensoñación... y la misma sensación de vaciamiento de siempre, de extrañamiento y deriva, de pérdida y liberación... aunque, en cierto modo, Regresiones supera a ese respecto a todos los anteriores... con ninguno me había desnudado así, en ninguno tantos recuerdos, visiones, exorcismos y ajustes de cuentas, con ninguno este descenso al fondo de mí... el León que yo viví, no el que me contaron, el León mágico de mi infancia, festivo de mi adolescencia y salvaje de mi juventud, no el de los filandones y el folclore y la tradición, sino el del CCAN y los acid test y el rock and roll, el del Húmedo y el Oasis y las pandillas, el de los rockers y punkis y mods, el de los Cardiacos y los fanzines y las alcantarillas... ese León que muchos vivisteis a mi lado y que hasta ahora nadie había querido o se había atrevido a contar... otra deuda pendiente saldada, sí, y la misma sensación de vaciamiento de siempre, de extrañamiento y deriva, de perdida y liberación... vive tu memoria y asómbrate, decía Jack Kerouac, faro, maestro y guía, y eso es exactamente lo que he hecho en esta novela... aunque para lograrlo, cosas de la perspectiva, haya tenido que pasar tanto tiempo...


Vicente Muñoz Álvarez