jueves, 30 de enero de 2014

TERAPIA DEL CAMINO


Tal vez mi salvación
sea esta terapia del camino,
sentir la náusea en casa
y caminar, respirar hondo,
acelerar el paso,
escribir con la cabeza
(cómo sientes las palabras al andar),
ver el cielo azul intenso,
la calle y la vida
que fluyen
cadenciosamente alrededor,
agotarse, depurarse,
deshincharse hasta ahuyentar el tedio,
perderse entre la multitud,
ser uno más por algún tiempo
y vaciarse sin conflicto el alma
para poder reanudar luego otra vez
el arte pasivo de la ensoñación.


Vicente Muñoz Álvarez, de Canciones de la gran deriva (Origami, 2012).


martes, 28 de enero de 2014

REGRESIONES (Cuando éramos reyes)



solamente
mirar hacia atrás
sin ira

y describir
con nostalgia
lo que pasó

en la Transición
cuando éramos reyes
niños inocentes

para poder
comprender
lo que soy

qué hago
ahora
y aquí

por qué
me esfuerzo
en contaros esto


Vicente Muñoz Álvarez

lunes, 27 de enero de 2014

VOLVER AL COLINÓN (La Movida)


todo empezó con Los Cardiacos, el mítico grupo leonés, y aquella cinta de casete titulada Las discográficas no dan la felicidad, editada en 1979... yo tenía entonces trece años y escuché cientos de veces aquellos temas, Salid de noche, Volver al colinón, Chicas de Burda, Noches de Toisón, Lo tienes claro, Conexion, etc, hasta sabérmelos mejor (mucho mejor) que el padrenuestro... hasta entonces había escuchado clásicos del rock progresivo, Pink Floyd y Deep Purple sobre todo, algo de heavy y de rock, y por supuesto a los Beatles y a los Rolling y a Elvis, siempre presentes (además de a los cantautores antisistema de turno, Paco Ibáñez, Serrat o Moustaki, con los que nos bombardeaba a todas horas en casa mi hermana), pero a ningún grupo español del momento que, a mi juicio, mereciera realmente la pena... y entonces aparecieron Los Cardiacos con aquel formidable casete, que para mí (y para muchos otros de mi ciudad) fueron una auténtica revelación y la puerta a otros grupos de la entonces incipiente Movida... poco después, todos en tromba, fueron llegando Siniestro Total (y su irreverente ¿Cuándo se come aquí?), Gabinete Caligari (y su emblemático Que Dios reparta suerte, de mis favoritos), Loquillo y los Trogloditas, Kaka de Luxe, Brighton 64, Los Elegantes, Pistones, Polanski y el Ardor, Derrribos Arias (con su inolvidable Poch a la cabeza), Sindicato Malone, La Frontera, Decibelios (Oi! Oi! Oi!), Glutamato Ye Ye o Los Ilegales, y por encima de todos ellos Parálisis Permanente, con Ana Curra y Eduardo Benavente al frente, que se convirtieron en mi grupo de cabecera (quizás de un modo premonitorio de varias otras cosas: el haberles escuchado en su último bolo en La Tropicana, año 1983, justo antes del trágico accidente que le costó la vida a Eduardo... el descubrimiento, años después, de El canto de la Tripulación y de la poesía de El Ángel, decisiva en mi formación... y mi amistad reciente con Ana a raíz del último número de Vinalia Trippers, Spanish Quinqui)... el caso es que, volviendo al tema en cuestión, allí estaba de lleno metido yo, principios de los 80, con quince o dieciséis años yendo a ver a todos aquellos grupos a La Madrágora o La Tropicana y descubriendo fascinado la noche leonesa... aunque para hacerme con aquellos discos cometiera, algo muy habitual en mí, un irreparable error: vender todos los anteriores (joyas que luego he echado de menos e incluso he llegado de nuevo a comprar) en el Rastro a precio de saldo, y también las colecciones de cómics de superhéroes y de horror y muchas otras cosas que ya ni recuerdo, todo por la causa, para mí entonces sagrada, de la Movida... a ella, desde mi cada vez más efervescente ciudad, me lancé de cabeza, pertrechado de boogies de colores y de patillas largas, montando mi propio grupo, Veredicto Final, mezcla de ska y rock and roll y loquenossaliera, con el que disfruté aporreando la batería de muchas psicotrónicas aventuras...


Vicente Muñoz Álvarez




domingo, 26 de enero de 2014

HISTORIAS PARA NO DORMIR (Los gritos)


una puerta chirriante abriéndose lentamente en la oscuridad... dos rombos en la pantalla... una luz espectral al otro lado... los créditos de Narciso Ibáñez Serrador presenta Historias para no dormir con redoble de tambores... y aquel espeluznante grito... a cuántos millones de españoles a finales de los 60 y principios de los 70 puso los pelos de punta aquella serie y, muy en especial, aterrorizó aquel escalofriante grito... a mí, por aquel entonces un niño, más que a ningún otro, hasta el punto de reproducirlo idéntico, según aseguran mis padres y hermana, durante años en mis pesadillas... jamás recordaba nada al despertar, ni los sueños ni el grito, pero decían que era clavado al de Historias para no dormir, espeluznante y aterrador... y allí estaban una y otra vez mis sufridos padres, a las tantas de la mañana amedrentados por mi grito (solamente uno, decían, pero agónico y prolongado) a la puerta de mi habitación, para comprobar que seguía durmiendo plácidamente en la cama... debieron ser, imagino, aquellas tremendas historias de Narciso Ibáñez Serrador las causantes, muchas inspiradas en relatos de Poe, y sobre todo los créditos de la serie, la puerta chirriante, los dos imponentes rombos (infalible reclamo en tiempos del Innombrable), los redobles de tambores y aquel escalofriante grito, que se clavó como un dardo envenenado en mi subconsciente... La espera, El tonel, La pesadilla, La zarpa, La promesa, La casa, El regreso... recuerdo con pavor aquellos cortometrajes en blanco y negro, siniestros como una noche sin luna, oscuros como aquella dictadura que agonizaba, para un niño melancólico e impresionable como yo, abono asegurado para sus pesadillas... me hipnotizaban aquellas historias de fantasmas y aparecidos, de brujas y de videntes, de corazones delatores, gatos negros y garras asesinas, con los ojos como platos clavados a la pantalla del televisor a los ocho o nueve años, fascinado por el género y volviendo locos a todos en casa con aquellos dichosos gritos... hasta llegar a un punto en que mis padres me prohibieron durante una temporada ver aquella serie y leer mis adorados cómics de terror, Vampus, SOS, Rufus, Dossier Negro, Espectro, etc, para intentar, cortando por lo sano, solucionar el problema... y sí, al parecer cesaron con el tiempo los gritos (no sé cómo ni cuándo ni por qué), pero la semilla (negra) de aquel programa, Historias para no dormir, y de aquellas lecturas germinó para siempre en mi mente de niño, convirtiéndome en lo que ahora soy, un friki del cine y la literatura de horror y un escribano temeroso de mis pesadillas...


Vicente Muñoz Ávarez

VIC by JUL

LONG WEEKEND


Vi primero el remake de Jamie Blanks de 2008 y, aunque no me entusiasmó demasiado, sí me pareció lo suficientemente inquietante como para decidirme a ver la película original de Colin Eggleston, otra joya olvidada del cine australiano, claustrofóbica y asfixiante donde las haya, original en su planteamiento y desarrollo y alejada de todo tipo de chiclés.

Cómo la naturaleza agreste se vuelve a veces contra el hombre, enfrentándole a sus fantasmas y miedos y sacando lo peor que lleva dentro, es lo que plantea Long Weekend (Largo fin de semana, 1978), sometiendo a una pareja con problemas de convivencia a un verdadero calvario de paranoias y dudas.

Ya desde el comienzo, a través de pequeños indicios, nos damos cuenta de que algo malo se avecina, aunque no tengamos ni idea de qué... El guion (en ambas versiones, original y remake, de Everett De Roche) nos lleva engañosamente de aquí para allá, generando ambigüedad y desconcierto, hasta centrarnos, ya bien avanzado el metraje, en la verdadera intención y drama de la película: la naturaleza enfrentada al ser humano y el infierno al que le puede arrastrar. 

Aunque mejor no dar muchas más pistas, para no desvirtuar el factor sorpresa del film (una de sus principales bazas), y dejaros a vosotros que descubráis de qué va la cosa y saquéis vuestras conclusiones.

Solamente una advertencia: si os gustan las playas desiertas, el bosque y el mar, el visionado de esta película os hará replantearos muchas cosas.

Vicente Muñoz Álvarez

Trailer in You Tube:


viernes, 24 de enero de 2014

LOST IN SOPEÑA (Pura Vida)


una deuda pendiente de hace mucho tiempo saldada, haciendo cuentas hoy, así a lo tonto, casi quince años que no nos veíamos en nuestra salsa, la montaña, cuatro encuentros fortuitos aquí y allá en todo ese tiempo, pero los mismos buenos latidos, Carlos, mi colega de Grulleros, el que me descubrió al otro Carlos, a Castaneda, una de las pocas personas a las que puedo escuchar sin apenas hablar durante horas y de la que siempre aprendo, perdido y desnortado siempre, pero sabio e intenso siempre también, y vuelta a las regresiones, cómo coño pueden haber pasado quince años, es casi como si fuera ayer, y venga monte para arriba, líquenes, robledales, encinares, suertes, historias de motosierras, de salmones y osos, de viajes al Yukon y al Mackenzie, a Mauritania, a Marruecos, a Costa Rica (Pura Vida), a Venezuela, a Argentina, descensos en canoas por ríos olvidados y desafíos de todo género y tipo, uno de los escasos hombres a los que realmente admiro de este planeta, ahora más o menos tranquilo con su chica, enseñándome la casa que se está construyendo en Sopeña (y yo, que tras observar su estructura, amplias ventanas con vigas de madera cruzadas, todo vigas y cristal, le digo, ¿tipo Bariloche, no?, y él que sonríe y dice que sí, y la complicidad inmediata), y luego, después de rajar sin parar durante horas por ese sendero monte arriba bajo las peñas nevadas (Correcilla, Peña Galicia y Peña Valdorria), comida casera estupenda en una pequeña casa rural, garbanzos con bacalao, ternera guisada y vino tinto junto a la estufa de madera, y Wendy esperándonos fuera y más confidencias de vuelta a Sopeña, otro rato caminando por veredas de bosques antiguos, más regresiones, más recuerdos, ah, los viejos tiempos, los perros que conocimos, Piri, Mona (la madre de Wendy), Paco, Felipe, tantas personas e historias que quedaron atrás, y la deriva, claro, la de ambos, siempre presente, y las cicatrices y traumas y estigmas y los buenos y malos tragos, pero sobre todo los desafíos, el suyo y el mío, la naturaleza extrema y la literatura, ambos remando contracorriente estos tres lustros buscando a ciegas nuestro destino... 

sabía 
que me sentaría bien 
el paseo
hermanito


Vicente Muñoz Álvarez

EL RELATO


Hoy soy el punto de reunión de una humanidad tan sólo mía.

Fernando Pessoa


Sí, ya lo sé, soy consciente... debería empezar este relato con algo así como Nueve menos diez de la mañana, nuestro hombre abre los ojos... Pero es que le veo todavía ahí dormitando, a nuestro hombre, de entre los desechos, y pienso ahora en vosotros, lectores, cálidamente en vuestras casas, junto al radiador, dispuestos a pasar el tiempo, relajaros, olvidar vuestro presente, tanto estrés... Para eso es la literatura, me diréis, una vía de escape, una evasión... Y nuestro hombre ahí en el suelo, en esa infecta estación abandonada... Y yo aquí, bajo el flexo, dando pistas, sobre el ordenador, desde mi fracaso... estudios, oposiciones, artículos, licenciaturas... y luego este sarcasmo que da risa... O junto a nuestro hombre en la estación, también, muerto de frío, observando, apuntando, hilando cabos... Ubicuo en todas partes: en mi casa, con mi pluma, y en la vuestra, confortablemente apalancados, o en un bar o en el metro o en cualquier parque: omnipresente, como todo aquel que escribe. Y sí, le veo justo ahora, desperezarse ya entre los desechos, desplacentarse de los sueños, despertar al mundo, mover primero un brazo y abrir después los ojos... Os parecerá sencilla, la cosa.... Amodorramiento, pereza, sueño, me diréis, pero no tan trágico, el asunto...Veinte años deambulando por las calles, durmiendo en parques y portales, dando tumbos, trasegando vino tinto, peleón, y escapando de su casa a los catorce, las palizas del viejo, borracho igual que ahora lo es él, los huesos rotos, la cabeza volada, el reuma atroz y una herida en el costado de la paliza más reciente, todos juntos, con esvásticas y botas negras, pum, zas, bum, y nuestro hombre echo una pena, sangrando como un perro y maldiciendo a gritos su destino... Sí, ya lo sé, el que mal empieza mal acaba, me diréis, lo que nos contaban nuestros padres, claro, y los maestros... Pero deberíais verle como yo le veo ahora, en este instante, desde mi casa, insomne, bajo el flexo, ubicuo en todas partes siempre, el escritor... Deberíais verle ahora, como un niño, temblando, tiritando, envuelto en trapos... Aunque bueno, el caso es que ya ha abierto los ojos, os decía, y sí, efectivamente son las nueve menos diez de la mañana de este día neblinoso y frío... Le duele la cabeza por el vino de la otra noche, pero se levanta milagrosamente y enciende un cigarrillo, que para otra cosa no tendrá, pero para tabaco y vino siempre, imprescindible, pasaporte anticipado al más allá, piensa, y se acerca a la ventana rota a pasos lentos y ve una vez más el descampado, las vías oxidadas cubiertas de verdín y de maleza, basura en todas partes, sillones calcinados, frascos rotos, jeringuillas, ropa usada, la cloaca donde vive, la estación de tren y esa escarcha brillante que todo lo cubre y que le hace tiritar de nuevo y recordar aquel campo de niño, el de su padre, que madre nunca tuvo, y aquella tierra que había que sembrar y arar para poder comer cuatro tomates, patatas, gallinas, conejos, cambia el agua, toma, trae... y bofetón al canto, a nuestro hombre, un niño por aquel entonces, junto a su padre, alcohólico y sádico a fuerza de beber vino barato, con aquellas manos toscas, sucias, desabrochándose el cinturón... Ve la escarcha, os decía, y tiene frío, un temblor reumático y profundo, incurable, que tiene su origen en esa triste vida al raso, en la falta de calor, de mineral, de vegetal y carne y vitaminas y pastillas... Que no os creáis que a todo el mundo le cubre el Estado su agonía, qué va, este Estado de Bienestar, dicen algunos... de eso nada, eso para los asalariados y empresarios, no para los vagabundos locos... Pero bueno, ya me estoy yendo... hay que seguir, situaros, centraros en la acción, digo... Así que ahí que le tenemos ya, apurando el cartón de vino y moviendo torpemente brazos y piernas mientras va entrando en calor... Que se mira en el espejo roto, nuestro hombre, y se ve tan consumido que ya ni se reconoce, la barba chamuscada, los granos, las ojeras, el rostro hinchado, abotargado, como el de su padre, y sucio, que hasta le entran ganas de acostarse y no volverse a levantar, de terminar, de poner fin a todo y se acabó... Pero no, no es el momento, pienso, y se incorpora y se remoja un poco el pelo, la cara, se enjuaga la boca y se arregla la ropa, esos pantalones sucios y ese jersey roto, la bufanda y el abrigo que robó en el almacén aquella noche, bien borracho, forrado y calentito que es un lujo... Que otros vagabundos, se recuerda, aparecen muertos cualquier amanecer de invierno, quietos, con los ojos abiertos, congelados, y esa cara de placer que les caracteriza... Sale de su madriguera y le tenemos ya en la calle, una mañana oscura y tétrica, dejando atrás su hogar, bonitas ruinas que ya quisieran otros, la de veces que ha tenido que luchar por ellas, la de heridas y problemas que le han dado... Pero claro, es que un hogar es un hogar y hay que lucharlo, defenderlo de incursiones varias, perros famélicos, vagabundos locos y borrachos... Conque ahí está, decía, embutido en su abrigo y caminando hacia el centro a pasos lentos, atravesando ese descampado que congela el alma, esa caricatura de estación, reducto de yonquis, ladrones, putillas baratas y asesinos, pisando con sus botas esa escarcha blanca, cristalina, y sintiendo su beso helado al caminar...Y venga otro cigarro... y esa tos... La cabeza dando vueltas, pensando a ver cómo se dará el día, su dichoso padre muerto, aquella herida borboteante frente al pozo, sus gritos, sus lamentos, amenazas, y nuestro hombre que le arroja al fondo, al padre, después de darle esos tres golpes de gracia por la espalda... Y a escapar corriendo, luego, hacia el norte, bien distante, sin pistas, a esfumarse, a perderse entre la multitud, sin futuro y sin identidad... Y así, flashback viene y va, le tenemos ya frente a su puesto en la ciudad, esa oficina de correos bulliciosa, con el brazo estirado y la palma de la mano abierta balbuciendo compasiones, susurrando cualquier cosa, lo que sea, lo que le viene en gana, esperando reunir ese presupuesto indispensable para el bocadillo y el cartón de vino y cigarrillos, sus necesidades, poca cosa.... Pero tranquilo, me digo, sin prisas, sin carreras, que para eso, para el habituallamiento, faltan aún muchas monedas... Y nuestro hombre que sigue suplicando y tiene frío, le tiemblan las manos, se le llena la barba de agua helada, tiene los ojos inyectados en carmín y parpadea con fuerza y tirita y da pequeños brincos, viene, va y recibe de vez en cuando una limosna, de señoras mayores, sobre todo, o de mediana edad, cincuenta, sesenta, con sus abrigos de piel y sus collares, que se acercan, abren su cartera y le dan unas monedas, y él que sonríe estúpidamente y dice gracias, señora, Dios se lo pague, pese a que para él nunca ha existido Dios, ni ahora ni nunca, huérfano de madre y con aquel padre borracho, aquella tierra baldía y el dolor de espalda, el hambre, las palizas, el sudor, el cinturón, los golpes y aquel pozo...Y la señora respetable que se va, con sus tacones altos, toc toc, y esas pantorrillas ya algo hinchadas, en la línea descendente de la edad, siempre hacia abajo, pensando que ya ha cumplido su deber piadoso en la tierra... Y nuestro hombre que mira ahora en sus bolsos, cuenta las monedas, diez, cuarenta y cinco, ochenta, y que lleva ya más de dos horas en la niebla frente al frío y necesita urgentemente echar de nuevo un trago... Conque se escapa al bar de enfrente a pasos lentos, que es su andar, que tampoco está para otra cosa, y pide vacilante ese vino tinto que se le sube pronto a la cabeza con el estómago vacío y que le da valor y fuerza para seguir, para sobrevivir, para aguantar, para salir del bar y suplicar de nuevo unas monedas, el niño que le insulta, el ejecutivo que mira hacia otro lado, la mujer que piensa pobre hombre, el guardia que le observa, que no le quita ojo, y sobre todo esa joven de la malla negra que marca tan desafiante su culo al caminar, sus nalgas intocables, comprimidas, tentadoras... Yo la veo también, a la chica, bajo el flexo, y veo asimismo a nuestro hombre, que por un momento se olvida de su vida y de su aspecto y que se excita pensando en la última vez que pudo acostarse con una mujer, años atrás, en aquella cama sucia de un hostal barato, aquella putilla idiotizada dueña de un hermoso cuerpo en vías de extinción, de consunción, de desesperación, a fuerza de agujas hipodérmicas y abscesos en la piel, sus pechos blancos, en la cama, tan caliente... Y la chica de la malla negra que desaparece allá a lo lejos y nuestro hombre que respira fuerte, bien profundo, y recibe de cuando en cuando unas monedas hasta llegar a ese irrisible presupuesto, a ese mínimum de subsistencia que va a mantenerle en pie otra jornada más... Así es que se va resoplando helado hacia el supermercado y compra allí dos cartones de vino y embutido y una barra de pan y se va con todo al parque, se tumba en un banco y empieza a comer y a beber ansiosamente hasta que pronto está borracho, cierra los ojos, cabecea y vuelve a ver a su reina heroinómana en la cama, en aquel hostal barato, abierta de piernas, bañada en sudor frío, libidinosa y escuálida, haciendo prestidigitación con su velludo sexo, jugando con sus labios, toda ella magia, malabar... Aunque después todo se esfuma sin previo aviso, así de pronto, y se le aparece una vez más su padre desde el pozo, cubierto de algas y enmohecido, la cara, las manos, la cabeza sangrante y el dedo índice acusador: tú, tú, hijo mío, carne de mi carne, sangre de mi sangre... a tu pobre padre viudo... Y su cuerpo hinchado y rosa que se acerca, musgoso, mojado, corrompido, la brecha en la cabeza, el índice acusador... y sobresalto... y sudor frío... Nuestro hombre que se despierta, se frota los ojos, mira a su alrededor, se incorpora y echa a andar, casi a correr de miedo y frío, que el día no está para siestas, sale del parque, enciende un cigarrillo, otro más, se planta de nuevo en la oficina, cinco menos veinte de la tarde, y se coloca en su puesto con la mano extendida suplicando unas monedas hasta que oscurece al fin y la calle y la oficina van quedándose vacías y él, que no soporta más el frío, se acerca nuevamente al Super y compra otro cartón y sale, lo abre, bebe y comienza a caminar sin rumbo y a buscar su cena a oscuras ahora que ya casi no hay gente, curiosos preguntándose qué buscará entre los desechos, en la basura, introduciendo las manos y removiendo entre colillas, mondas de naranja, compresas, verduras, cáscaras de huevo, botellas rotas y cristales que se clavan en sus dedos hasta dar al fin, milagrosamente, con ese resto de chuleta o de manzana casi entera que come furtivamente por el camino....Y venga otro trago de vino, uno más, bamboleante en plena noche, borracho ya del todo hacia su casa desolada en la estación, con el culo de aquella chica bailando en sus ojos y cien estrellas rojas, verdes y amarillas a su alrededor, preguntándose por qué no ha podido él tener suerte, como el resto, una mujer, una casa, hijos formales, coches, libros, planes de jubilación... por qué, por qué él no y otro cualquiera sí... Se va tambaleando a la estación, decía, tropezando en los bordillos de las aceras y en las alcantarillas y haciendo grandes eses sin saber que yo le sigo, que llevo detrás de él todo el día desde mi soledad e insomnio desnudando su cabeza, ese montón de curvas locas, sus neuronas, sus secretos, el horror de su padre muerto o el miedo a esa paliza gratuita a cargo de los diablos que arroja la noche, encarnación del mal, con cadenas, botas de colores, esvásticas y todo el odio concentrado de su generación de falsos sueños...

Es de noche. En la estación. Hace frío y nuestro hombre ha encendido una pequeña hoguera entre las ruinas. Bebe. Apura a grandes sorbos su tercer cartón de vino mientras observa como hipnotizado esas sombras largas y distorsionadas que proyectan las llamas en la oscuridad, esos cuerpos famélicos y horribles, de asesinos, de merodeadores y monstruos, hasta que le va venciendo el sueño, se le cierran los ojos, cabecea y se baba y vuelve a abrirlos, ve de nuevo chispas rojas que se elevan, que gravitan, que dan vueltas, figuras extrañas, crepitantes, y se tumba en el suelo y se arrebuja todo en trapos hasta que se queda al fin dormido... Y entonces yo me acerco y veo su cara de niño asustado iluminada por la luz de esa fogata que se extingue, veo sus párpados morados, su rostro hinchado, le veo soñar inquietamente, borracho, enfermo, helado, acurrucado en su abrigo y tembloroso frente al frío, desahuciado, solo, esperando que amanezca... Y miro a mi alrededor y pienso que allí, en la estación, ya no hago nada, que no puedo hacer nada, que en realidad yo no soy nada, licenciado, escritor, periodista, representante, ventrílocuo, opositor... y decido yo también intentar dormir un rato, apagar ya de una vez el flexo y acostarme... sosegarme... poner punto final.


Vicente Muñoz Álvarez, de El Merodeador (Baile del sol, 2007).

Ilustraciones by Toño Benavides.



miércoles, 22 de enero de 2014

lunes, 20 de enero de 2014

H.P.LOVECRAFT (Y la Llave de Plata)


fue sin duda H.P. Lovecraft el autor con el que definitivamente me enganché a la lectura, a los quince o dieciséis años, fascinado por los Mitos de Cthulhu y sus relatos de horror cósmico... hubo antes algunos otros, Edgar Allan Poe (y muy en especial la Caída de la Casa Usher, que desde entonces he releído docenas de veces), Jack London, Joseph Conrad, Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson, etc, pero fue Lovecraft el que me contagió por primera vez de literatura hasta el tuétano... sus sorprendentes y tenebrosos relatos, su estilo anacrónico y su prodigiosa imaginación, aquellas ciudades enterradas o sumergidas, su panteón de divinidades impías, los Primigenios y los Arquetípicos, el Necronomicon, el Árabe loco Abdul Alhazred, sus héroes melancólicos y solitarios, sus conjuras contra la Tierra, sus mutaciones y transformaciones, sus visiones y sueños, su matemática no euclidiana, sus seres híbridos y deformes y su aversión por el mar... devoré en poco tiempo todos sus libros y comencé a la par a abordar a otros autores del círculo, Arthur Machen (inolvidables El gran dios Pan, El polvo blanco, El sello negro o La colina de los sueños), Algernoon Blackwood (escalofriantes Los sauces, Antiguas brujerías o La casa vacía), August Derleth, Lord Dunsany, Ambrose Bierce, etc, que a su vez me fueron llevando a otros autores y círculos, del simbolismo al decadentismo (con J.K.Huysmans y Al revés, otro libro que me deslumbrócomo principal exponente) y después al surrealismo y al minimalismo y al realismo sucio y a la literatura beat y a la lost generation y a Céline y a Thomas Bernhard y a Carlos Castaneda (santísima trinidad) y  así, sin parar, de libro en libro y de autor en autor, hasta el día de hoy... uno de los ensayos de Lovecraft en concreto, El horror en la literatura, se convirtió por aquel entonces en mi libro de cabecera, un catálogo impagable de autores y obras imprescindibles del género, con el que accedí a docenas de apasionantes lecturas... y algunos de sus relatos, grabados a fuego en mi mente: El ser en el umbral, La ciudad sin nombre, El templo, Las ratas de las paredes, Las montañas de la locura, Los sueños de la casa de la bruja, La llave de plata (con la que, por cierto, estas Regresiones tienen mucho que ver), etc, etc... cuántas maravillosas veladas con aquellos libros (casi todos de Alianza) ajados por el uso en mis manos, sin dormir pero soñando (que diría el bueno de Poe), encarnado en sus personajes y empapado de horror cósmico hasta la médula... mientras en el colegio, contraste absoluto, estudiábamos a Góngora y Quevedo y Arcipreste de Hita y el Cantar del Mío Cid y las Cantigas de Alfonso X el Sabio, lecturas que, muy al contrario, provocaban en los alumnos tedio y rechazo... pero en mi caso daba lo mismo, Lovecraft lo había conseguido, me había ganado para la causa, el resto era coyuntural, yo era ya un lector empedernido, quimérico y soñador, que además comenzaba por simpatía hacia los autores que admiraba a escribir sus primeros relatos, y nada me iba ya a separar del camino de la literatura...

gracias H.P.
por haberlo
logrado


Vicente Muñoz Álvarez

MONSTRUOS Y PRODIGIOS


Monstruos y prodigios

Vicente Muñoz Alvarez

 Cuentos brevísimos, microrelatos intrigantes, donde Kafka parece un niño de teta. Prodigiosoooooo…


ANTÓN CHÉJOV

domingo, 19 de enero de 2014

ENCRUCIJADA


el corazón
a veces 
que abrasa

la razón
otras
que ilumina

y nosotros
perros
de la lluvia

siguiendo
los mismos
rastros

tropezando
en las mismas
piedras

marcando una

y otra vez

el mismo
camino


Vicente Muñoz Álvarez

EL ENCARGO DEL CAZADOR


Suena tópico de cojones, ya lo sé, pero qué grande es el cine y qué increíbles sorpresas (por muy cinéfilo y friki que seas) nos depara algunas veces...

Fascinado y sobrecogido me ha dejado el visionado de este maravilloso documental de Joaquim Jordà, El encargo del cazador (1990), que aborda la figura de Jacinto Esteva, arquitecto, pintor, director, cazador y poeta, del que tampoco nunca había oído hablar.

Con un estilo y estética que recuerda mucho a El desencanto, de Jaime Chávarri, a través de testimonios de familiares y amigos y grabaciones de la época, Jordà nos introduce en la atormentada vida de Jacinto Esteva, su desbordante creatividad y sus depresiones, sus idas y venidas por el continente africano, su alcoholismo crónico y sus películas (en especial, esa joya titulada Lejos de los árboles), y su peculiar (y trágica) manera de entender el arte y el mundo.

Es sobre todo Daria (junto a Ricardo Bofill, Luis García Berlanga y Pere Portabella, entre otros), una de las hijas de Esteva, la encargada de diseccionar su legado, haciéndonos partícipes y cómplices (de una manera casi necrofílica) de las aventuras y desventuras de su padre, una de las mentes más privilegiadas de la Cataluña de los años 70, figura clave de la Escuela de Cine de Barcelona, creativo y autodestructivo, excesivo e iluminado donde los haya.

Otra de esas perlas enterradas que, indaga que te indaga, uno descubre sepultadas bajo toneladas de tierra, y que justifican todos los sinsabores de la búsqueda.

Os arrebatará.

v

El encargo del cazador (completa):


viernes, 17 de enero de 2014

PERROS (Pero siempre de cuatro patas, nunca de presa)


los he adorado siempre, a los perros, desde mi más temprana infancia, a los de mis amigos y parejas y hermana, aunque hasta que tuve mi propia casa no pude tener el mío... imposible, pese a mis (muy) insistentes súplicas, convencer a mi madre de tener uno en el piso, teniendo que conformarme con terrarios (de tritones y salamandras) y docenas de acuarios (de peces, algunas veces, pero sobre todo de tortugas y galápagos, y hasta de culebras de agua y monos marinos), y suspirando siempre por hacerme con uno... y mira que a mi padre también le gustaban y que, para satisfacerme, lo intentó un par de veces... sendos diminutos cachorros (uno de ellos, Chuski, lo trajo en una caja de galletas Fontaneda, de tan pequeño que era), pero mi madre inflexible en sus trece, que no, que nada de eso, que no quería perros en casa, hasta obligarle a deshacerse de ellos, con mi consiguiente e inconsolable disgusto... aún así, pasaron muchos perros por mi vida, de familiares, compañeras y amigos: Haddok, Edgar y Kora (collies los tres), Sánchez (un mastín), Harry (un bóxer), Lolo (un pastor alemán), Timba (un gran danés), Bagús (un akita inu), etc, etc... con ellos de prestado me iba al monte de ruta o daba largos paseos por la Candamia y los extrarradios, suspirando por el día en que al fin pudiera tener el mío propio... y fue eso exactamente lo primero que hice cuando me independicé: comprarme un cachorro de gos d'atura, raza por la que he sentido siempre una devoción especial, una preciosa hembra llamada Mona, y con ella dos perros perdidos, Piri (un foxterrier) y Felipe (un podenco ibicenco), y ya luego Paco, de su primera camada, y después Wendy, de la segunda, que todavía hoy (ahora mismo roncando a mis pies) me acompaña... perros fieles, inteligentes, valientes, amigos, perros pastores y cazadores (pero siempre de cuatro patas, nunca de presa)...

suyo será

el reino de los cielos


Vicente Muñoz Álvarez

jueves, 16 de enero de 2014

XEN (Y los P.P. Agustinos)


por aquel entonces, cuando España aún bostezaba, cuando éramos niños, recién estrenada la democracia, nos conocimos el Bufa y yo, hoy Xen (Rabanal) y entretanto mi amigo, él un curso por debajo del mío y su hermano Jandri uno por encima, ambos alumnos de los P.P. Agustinos... en el mismo colegio de sotanas y sombras, el Bufa y yo, que aún no sospechábamos la conjura que nos uniría años después, Vinalia Trippers, el fanzine que montamos (con Silvia y Cusco y ahora con Rodrigo) en los 90... uno y otro cartera y estuche en mano por los recovecos de aquel lúgubre colegio de curas, apalizados ambos a menudo, elucubrando quimeras y desventuras, para poder hoy, 40 años más tarde, cada uno a nuestra manera (desde la penumbra y la niebla), contároslo... aquellos siniestros pasillos, aquellas deprimentes colas en formación para subir a las aulas, aquel quién era el más tonto o listo o débil o peor o el más fuerte, aquellas interminables jornadas de lluvia, de la mañana a la noche enclaustrados en aquel funesto presidio, horas que se estiraban como chicles, días que abrasaban el corazón, los internos, los fachas, los peras, las peleas, los deberes, los bocadillos, el querer y no poder, el remordimiento, la angustia y el miedo... y por supuesto, los curas: el Pastas, el Pato, el Luismi, el Nerón, el Madréporas, el Burbujas, el Leandro, el Tomás, el Kikitos, el Flecha... ambos soñadores y al margen del mundo, el Bufa y yo, estigmatizados y en lucha por querer ser entre tanto uniforme nosotros mismos... vengo de dar ahora una lectura de poesía en la Uni con él, quién nos lo iba a decir... porque entretanto pasó mucho tiempo, nos distanciaron muy diversos caminos, mujeres, amigos, traumas, malos y buenos tragos, encrucijadas, lecturas, fracasos y desengaños, melopeas, nevó y arreció, nos separamos y reencontramos, escribimos, publicamos, nos prologamos y nos vimos crecer... me acaba de traer en coche ahora a casa, noche oscura de enero en la tierra, mientras afuera diluvia, babilonia naufraga y ambos seguimos, contra viento y marea, describiendo las ruinas...

va por ti 
esta vez
hermanito


Vicente Muñoz Álvarez

VERSOS CONTRA EL OLVIDO: Hoy en León.


Diario de León, 16/01/2014

El hall de Filosofía y Letras acoge hoy un acto de poesía y música titulado Versos contra el olvido. En él participan Alfonso Xen Rabanal, Antonio M. Morala, Juan Carlos Pajares, Luis Niteo, Manuel Cuenya, Tomás Sánchez Santiago, Vicente Muñoz Álvarez y Víctor M. Díez. Además, el acto contará con la participación del grupo literario MIL9, Renée Jait y Al Vidal, que interpretarán versos musicalizados.

Lugar: Hall de Filosofía y Letras.

Hora: 17.30

Entrada: libre y gratuita.


martes, 14 de enero de 2014

SUPERHÉROES (Y la Transición)


y estaban también, por supuesto, los superhéroes: Spiderman, los 4 Fantásticos (la Cosa, el Hombre elástico, la Mujer invisible y la Antorcha humana), Namor (con sus pequeñas alas en los pies), Estela Plateada, la Patrulla X, la Masa, Doctor Extraño, los Vengadores, el Hombre de Hierro, Dan Defensor, Conan, Thor, etc, etc... ellos marcaron en mi memoria infantil, más que ninguna otra cosa, lo que los mayores llamaron entonces la Transición... o dicho de otra manera: el puente entre la dictadura y la democracia... hasta que murió el Innombrable: Roberto Alcázar y Pedrín, el Guerrero del antifaz, el Capitán Trueno y el Jabato (mi preferido), que mi padre me compraba religiosamente cada fin de semana, para incitarme a leer (y vaya si lo consiguió), en el quiosco de Santo Domingo... y después, a partir de entonces (hablo de 1975), los superhéroes de la Marvel, algo ya muy distinto, outsiders, estigmatizados y malditos... cuántas tardes y noches arrebatado con aquellos gruesos volúmenes entre las manos, soñando con ellos, salvando al mundo de amenazas y sortilegios, aprendiendo el sentido del honor y el dolor, de la venganza y la furia, de la ira y el miedo... todos ellos me gustaban (salvo Supermán y el Capitán América), pero tres eran mis favoritos: Spiderman (Peter Parker), por ser tan cercano y sencillo, por su fantástico uniforme y sus superpoderes, pero sobre todo por sus archienemigos: el Duendecillo verde, el Hombre de arena, el Doctor Octopus, Doctor Muerte, Kraken el cazador... cómo se las hacían pasar al pobre Peter, humillado y golpeado y ninguneado (todo ello muy beat) y sin un céntimo en los bolsillos... luego Estela Plateada, más solitario y melancólico que ninguno, surcando altivo las corrientes cósmicas, navegando en su tabla por el universo como un arquetipo de la nostalgia infinita... y el más oscuro de todos: Dr Extraño... defendiendo la galaxia de amenazas místicas, críptico e indescifrable en su Sanctum Sanctorum, para un niño, la verdad, poco accesible, pero por ello más inquietante... devoré cientos de aquellos cómics y creo que fueron ellos, los superhéroes, los causantes de mi pasión posterior por la lectura, diccionario en mano todo el día de aquí para allá, con la cabeza hirviendo de fantasías y pendiente siempre de augurios y símbolos... hasta que me deshice inconscientemente de ellos, de la colección completa, cuando comencé a hacerme rockero, hacia los 16 o 17 años, vendiéndolos a precio de saldo en el rastro y comprando a cambio discos de la movida... 

cuántas veces 
me he arrepentido 
luego de ello


Vicente Muñoz Álvarez


lunes, 13 de enero de 2014

PLATILLO VOLADOR (Piloto solitario)


de entre todos los juguetes que tuve de niño, hubo uno que recuerdo con un cariño especial: el platillo volador... lo vendían mis padres en la tienda (de la que, por supuesto, hablaré también otro día), un aparato sencillo y rudimentario pero con el que me teletransportaba como por arte magia a una realidad paralela... un platillo volador con una pequeña cabina y dentro de ella un melancólico y solitario astronauta a los mandos, que se enroscaba con un muelle a una especie de manguito disparador y que salía propulsado como una centella hacia el cielo, para después, cobrada cierta (considerable) altura, descender en sinuosos movimientos espirales hacia el suelo... cuántas veces lo lancé de niño al vacío y seguí en el aire su trayectoria, a cuántos universos desconocidos me teletransportó (porque parte del juego consistía en imaginar que yo era aquel piloto solitario que se dirigía melancólico hacia las estrellas) y cuántas veces lo observé ensimismado descender hacia mis manos de nuevo... ni madelmanes ni geipermanes ni indios ni vaqueros ni monopoli ni mecano ni magia borras ni quimicefa: aquellos primitivos platillos voladores que surcaban a mi antojo el cielo, tercer ojo en mi frente de mi niño, puerta onírica a una dimensión paralela... allí sentado, en la cabina del platillo, estaba yo cada vez que lo propulsaba, concentrado en el vuelo, recorriendo tierras inhóspitas y galaxias lejanas, tomando nota de todo lo que veía (tal vez para escribir ahora esto), contemplando adusto el universo en misiones cósmicas indescifrables y desarrollando mi tendencia innata a la ensoñación... oh, aquellos increíbles platillos voladores que ahora se han convertido en palabras y letras y con los que sigo, a mi manera (¿de adulto?), evadiéndome de la realidad...

todo está en la infancia

me digo

recupérala


Vicente Muñoz Álvarez

LAS LECTURAS MÁS SUCIAS DE 2013


Me pidieron, para el blog Escritores Sucios, un listado de los siete libros que más me impactaron en el 2013, y aunque tuve que dejarme (por razones obvias de extensión) muchos en el tintero, opté por reseñar los siguientes.

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Un año de mierda acaba, otro comienza. Es tiempo de recapitulaciones y listas, y en ESCRITORES SUCIOS no pensamos quedarnos atrás. Para ello hemos pedido a algunos de los escritores más sucios e interesantes del panorama actual que nos confeccionen sus listas con los 7 libros que más les hayan impactado en este último año y porqué. Sin reglas, pudiendo ser de cualquier género y época, simplemente lo mejor que haya caído en sus manos en el ya fallecido 2013. El resultado es un buen puñado de títulos imprescindibles y muy variados que sin duda servirán a nuestros fieles seguidores para llenar otro año con buenas lecturas con las que evadirse de una realidad cada vez más tediosa y absurda.

No os dejéis llevar por otras listas de éxitos (libro más vendido en España: Ambiciones de Belén Esteban) ESTO es lo que estáis buscando. Empezamos.


VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ

(León, 1966) Escritor, editor y gurú literario. Ha escrito poemarios, libros de relatos, ensayos y una novela. Ha coordinado antologías imprescindibles como El Descrédito (Junto a Julio César Álvarez) y Resaca/Hankover (Junto a Patxi Irurzun). Creador y editor del fanzine de culto Vinalia Trippers. Entre su abundante producción destacan: El merodeador, Animales perdidos, Mi vida en la penumbra o Cult Movies: Películas para llevarse al infiernoBlog: http://mividaenlapenumbra-vinaliatrippers.blogspot.com.es/


1.- CARREFOUR ES EL ANTICRISTO. Ricardo Morena Mira. 

Editorial Lupercalia, 2011.

Sencillamente, brutal. Tremendo y apocalíptico Ricardo Moreno Mira y su Carrefour, uno de los poemarios más impactantes que he leído en los últimos tiempos. De cómo el Estado del bienestar se desmorona y arde Babilonia en ruinas, nos da cuenta, con un enloquecido y lisérgico estilo que quema en las manos, el poeta y editor de Lupercalia. Absolutamente imprescindible.


2.-SEGURO QUE ESTA HISTORIA TE SUENA. Poesía completa (1985-2012). Karmelo C. Iribarren.

Editorial Renacimiento, 2012.

Una magnífica y muy completa selección de la obra de Karmelo C. Iribarren, que disfruté de lo lindo de vacaciones frente a las olas del mar. Poesía doméstica e intimista, filosófica y existencial, realista y certera, que reunida en un grueso volumen gana en sentido e intensidad. Para quitarse el sombrero.


3.- NO HAY TIEMPO PARA LIBROS. 17 poemas + 1 relato inédito. David González.

Editorial Origami, 2013.

Para mí, uno de los mejores poemarios de David González, que en su segunda edición incorpora 17 poemas inéditos y un impresionante relato titulado Coches de choque. David González en estado puro, feroz e insumiso, ácido y demoledor, aunque también maduro y reflexivo. Gran poemario.



4.- ESQUINAS. Pepe Pereza.

Editorial Lupercalia, 2013.

Una verdadera joya, este segundo libro de relatos de Pepe Pereza, que aborda desde diversos prismas el universo femenino y el mundo de la prostitución. Relatos incisivos y conmovedores, salvajes y tiernos, profundos e inteligentes y llenos de matices, de la mano de uno de los mejores prosistas subterráneos de la actualidad. Para chuparse los dedos.

(Puedes consultar la obra de Pepe en ESCRITORES SUCIOS: http://escritoressucios.blogspot.com.es/2013/06/esquinas-pepe-pereza.html)


5.- LA ENFERMEDAD DEL LADO IZQUIERDO. Esteban Gutiérrez Gómez.

Editorial Eutelequia, 2011.

Un libro que los amantes de la contracultura no deberían perderse, oda al hippismo y la vida natural, canto a la vida y a la libertad, hermosa fábula sobre cómo superar las servidumbres de la sociedad de consumo y evadirse a realidades y universos paralelos. El maestro Esteban Gutiérrez Gómez buscando el camino de baldosas amarillas.


6- aMoremachine (Poemas de claradehuevo). Gsús Bonilla.

Editorial Escalera, 2013.

Otra de las siete maravillas de este pequeño listado (lo ampliaría mucho más), este poemario de Gsús Bonilla, cada vez más personal e intransferible, nuevo siempre en cada libro, iluminado y clarividente. Inclasificable, como todo lo que sale de su pluma, soprendente y absolutamente moderno a la vez.


7.- LA MIERDA + LA EMPERATRIZ DE LOS INSECTOS. Juanjo Ramírez Mascaró.

Autoedición, 2012.

Y ya para terminar, dos novelas breves delirantes y ultraviolentas de Juanjo Ramírez Mascaró: La mierda y La emperatriz de los insectos, marcianas y escatológicas, excesivas y tremendas, prodigios de imaginación y oficio, una delicatessen, en suma, para lectores desprejuiciados. Exclusivamente, eso sí, para mayores de 18 años.


Resto del listado aquí:


VERSOS CONTRA EL OLVIDO

Allí estaremos

viernes, 10 de enero de 2014

MONTE (Piedra filosofal)


largo, muy largo paseo por el monte bajo el sol radiante de invierno esta mañana con Andrés, sube que te sube desde Barrios de Luna hasta el Cuartero de Mayo, el cielo protector sobre nuestras cabezas, la casona bajo el puente que están arreglando, verde el campo verde, la bota de vino y las de gore tex, esa luz lisérgica y mágica del Valle de Luna donde me crié, hablando y hablando hasta llegar al Cuartero y adentrarnos por un camino a la izquierda rumbo a Irede y llegar por casualidad a un lugar de poder, una especie de castro celta derruido, con un menhir o ídolo o tótem de caliza señalándolo, el sol total y absoluto y Lovecraft y Machen y Castaneda revoloteando dentro de mi cabeza, casi a punto de encontrar la perla, me hacía falta un paseo así, llevo muchos años con mi colega Andrés haciéndolo y últimamente (se lo llevó al monte la crisis) lo echaba de menos, Luna, Babia, Picos de Europa, el Valle del Marqués, Las Verdes, la Ruta del Oso, Mirantes, Nocedo... y detrás de nosotros, fiel y adorable como siempre, Wendy, mi perra, trece años de entrega absoluta velando por mí... la amistad, la piedra, la montaña, el cielo, las visiones, las revelaciones, los paseos, los minerales, las huellas de lobo, las salamandras, los recuerdos, la nieve, las setas... todo mezclado dentro de mí, centrifugándose dentro de mí, antiguas brujerías, castros celtas, druidas, piras de sacrificio, horizontes abiertos, sol de montaña a raudales, tila verde y pura vida y piedra filosofal...


Vicente Muñoz Álvarez

miércoles, 8 de enero de 2014

PERAS (Podridas)


llevaban castellanos de color negro o burdeos con antifaz o borlas o cadenita y naúticos azules o blancos o rojos (los más atrevidos) en verano (todo lo náutico en general), abrigos loden verdes, calcetines de rombos o cachemir, jerseys pulligan amarillos o rosas, impermeables barbour, bañadores meyba o speedo, zapatillas adidas o nike, polos lacoste, banderitas de españa en las hebillas de los relojes, pantalones levis o lee, austríacas guateadas y bufandas de cuadros, normalmente eran blandos (aunque peligrosos en pandilla), hacían la pelota a los curas, ganaban premios en el colegio, les nombraban delegados de clase, jugaban al tenis y al golf, hacían esquí naútico, se compraban palmeras y bocadillos, sus novias tenían vespinos con pegatinas de snoopy, caras naranjas y pelo rubio teñido, se metían con los internos y débiles y raros, eran chivatos y rosados de piel y a casi todos les sobraban varios kilos, tenían compases, rotrings y reglas faber castell transparentes y estuches de lápices de colores de tres pisos, sus padres eran abogados o militares o gobernadores civiles y conducían volvos o mercedes, sus madres llevaban abrigos de piel (de visón, a ser posible), cantaban cuando se emborrachaban el cara al sol, a menudo tenían granos, eran del casino o del aero club, defensores de la tradición y las buenas costumbres y a veces del opus dei, de vez en cuando alguno, por aburrimiento, se suicidaba o se hacía yonqui (de farlopa), si les dabas de hostias te expulsaban del colegio, les gustaba mecano y los pecos y pedro marín, solían ser tunos o papones y del real madrid, se reunían en la inmaculada y en la pícara, nunca supe por qué les llamaban peras, a todos les perdí de vista, ojalá nunca les vuelva a ver...


Vicente Muñoz Álvarez