miércoles, 30 de marzo de 2011

MORDIENDO LITERATURA


Yo a Vicente Muñoz le tenía por escritor de talento, ingenioso y especialmente intuitivo, además de buen antólogo y amigo, pero es que al acercarme a El Merodeador (adecuadamente subtitulado Un Vaciamiento), esa visión se ha ampliado, intensificado y tal vez modificado para siempre. Este pequeño librito editado por Baile del Sol encierra algunos de los relatos más inteligentes, sensitivos y maduros que he visto en un escritor joven (porque Vicente lo es, por muchos años que cumpla). Alfonso Xen Rabanal le denomina sin aspavientos "el mejor poeta de León", eso no lo sé, pero seguro que sí uno de sus narradores más destacados y lúcidos. Acercarse a El Merodeador es hacerlo a toda una tradición de la literatura que él conoce tan bien, la de la angustia, la del dolor-pasión de existir, así su desnudo parece el de todos, sus heridas abiertas paracen las nuestras y la cosa acaba por ser una comunión entre los hombres que, en el fondo, es para lo que sirve la literatura (si es que sirve para algo, que no importa).

Reivindico como lector y apasionado de la literatura divergente, esta colección introspectiva de relatos "viscerales" que es El Merodeador (la otra antología Viscerales, en la que también aparece, podría definir toda una generación que derrocha honestidad existencial y entusiasmo creativo), aquí aparecen fragmentos de Pavese, Bernhard, Pessoa o el mismísimo Cervantes, confirmando esa impresión que tuve de adolescente de que la verdera literatura se parece mucho a la vida, por no decir que es la propia vida. Eso lo sabe a la perfección el bueno de Vicente Muñoz, que ha hecho de la literatura su residencia habitual, su lugar de esparcimiento y sufrimiento (siempre dice que esto de escribir es una carrera de fondo que desgasta mucho las zapatillas), ese lugar extraño donde ver reflejados fantasmas y la mejor/peor cara de nosotros mismos (que es la que interesa de verdad a las palabras). Existir es ir escribiendo, por eso, esperamos que Vicente continúe retratando su interioridad con esa habitual fiereza latida. Porque el padre del underground leonés es como un Kerouac cercano (y Xen un Burroughs más enérgico y Reichiano) en un juego de espejos que me sorprende y estimula y que hace de este lugar frío un privilegio literario por el que muchos pagarían y del que los demás ciudadanos no-lectores se benefician indirectamente a cuentagotas (al menos hasta ahora). Porque ha creado un sustrato, algo que viene a ser una educación sentimental con el futuro y lo joven, un diálogo igualitario donde todo creador escrito añade ladrillos gruesos, y la literatura viene a ser un contrato de sangre eterno con el diablo, en una ciudad que gusta demasiado de lo viejo y lo sagrado. Pero la eternidad sólo sonríe cómoda ante los valientes. Normal pues que firme con V, V de victoria, claro está.


Julio César Álvarez

1 comentario:

  1. Toma ya!!! ahí queda eso... y desde luego comparto su opinión, desde dentro, desde fuera y desde todos los ángulos críticos, prismas, iris y corneas... es un pedazo de libro y la mano ejecutora un pedazo de artista y persona... creo que ambos van unidos, calidad, ese es el concepto que interesa, por todos los poros y letras, por todas las ideas y páginas.

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