martes, 1 de junio de 2010

TRANSEÚNTES DEL OLVIDO o El universo oscuro de Peter.


1. Musicoplastidrama.
 
Lo que nuestras creaciones y obras pueden dar de sí (el rumbo que puedan tomar y el destino que puedan tener), es algo azaroso e imprevisible, que no termina nunca de depararnos agradables sorpresas.

Buen ejemplo de ello es la historia de Cola para genocidio, el cuadro de Velpister que adorna una de las paredes del salón de mi casa.

Todo comenzó hace algunos meses por una generosa proposición de intercambio: un cuadro suyo a cambio de algún libro mío. Inmediatamente dije que sí (conocía su obra a través de su blog y me estusiasmó la propuesta) y le envié algunos de mis últimos títulos, recibiendo pocos días después no uno, sino dos maravillosos cuadros cuidadosamente embalados.

De todo ello di cuenta entonces en una entrada en mi blog: De cuadros intercambios y amigos o El fabuloso mundo de Peter. Y a su vez él de la lectura de mis libros en otra del suyo: Pura Vida: Leyendo a Vicente Muñoz Álvarez.

Pero el asunto no terminó ahí. Sentado frente a Cola para genocidio en el sofá, leyendo o ensoñando o videando viejas películas al atardecer, mi cabeza no dejaba subconscientemente de buscarle al cuadro palabras, como queriendo ponerle subtítulos, y casi mecánicamente escribí para él un poema titulado del mismo modo: Cola para genocidio.

Como nueva entidad, ya autónoma e independiente, cuadro y poema comenzaron a rular por la red, generando a su vez otras entradas y comentarios, hasta que algún tiempo después Velpister volvió a sorprenderme con el siguiente correo:

Hola Vicente:

He montado un videopoema con tu poesía e imágenes del cuadro y una pieza que compuse hace tiempo para la serie de Cola para genocidio.

Al resultante me gusta llamarlo:


Y así nació otra nueva criatura, ente o videocreación compartida, con una banda sonora - Vals para muertos - que recuerda al mejor cine expresionista alemán y unos primeros planos del cuadro subtitulados con versos que se quedan grabados a fuego para siempre en la retina.
 
2. Transeúntes del Olvido.
 
Aunque ése tampoco era el final de la historia. Más bien era sólo el principio, y lo he utilizado para introducir este poemario de Velpister, Transeúntes del olvido, como carta de presentación y aval de su versatilidad creativa: músico, pintor, narrador y poeta, además de videocreador, blogger, escenógrafo y artista relacional.

Siempre he admirado a este tipo creador total, capaz de cambiar a voluntad y según su estado de ánimo de campo y estilo, competente en diversos terrenos y ámbitos. Y no tengo ninguna duda de que Peter (Velpister) es uno de ellos.

La literaria, sin embargo, ha sido la última de las facetas suyas que he conocido, básicamente por su blog y por las colaboraciones que en los últimos meses me ha ido enviando para Hankover.

Y ahora, siguiendo la telaraña y el juego, me veo escribiendo esta introducción a su primer poemario, Transeúntes del olvido, un libro impactante y durísimo, tremendo y demoledor, que no olvidaréis fácilmente.

Poesía autobiográfica y narrativa, o realista y crítica, son los primeros adjetivos que me vienen a la cabeza tras su lectura. Pero también, inmediatamente después, traumática, visceral y catártica, en cuanto que parte de un trauma o experiencia amarga (escatológica incluso) y pretende, mediante su exteriorización, reconciliar al poeta (y de rebote también al lector) con el entorno y el mundo.

En el cine, poema que abre el libro, ejemplifica a la perfección todo lo dicho: una infancia traumática, un entorno hostil y una experiencia humillante, grabada en la memoria del autor como una cicatriz, a modo de presentación del poemario. Y Carcajadas enfermas a continuación... Y declaraciones de principios tan contundentes como Nada, Malo Blues, No vaya a ser, De lo doméstico, Saga... verdaderos puñetazos al corazón del Sistema.

Así se suceden uno tras otro los poemas, noqueándonos, descolocándonos por dentro y dejándonos un sabor amargo en la boca, pero también deslumbrándonos por su intensidad y certeza y haciéndonos partícipes y cómplices de su propuesta.
 
3. Una temporada en el infierno.

 
Esa es la sensación que uno tiene al terminar de leer este libro: haber viajado al infierno de la mano de Peter.

El infierno de la incomunicación y el odio, de la solead y el miedo, de la mentira y de la hipocresía, de la frustración y el paro, del desamor y el tedio... El infierno, en suma, de la sociedad (de bienestar, dicen algunos) en que vivimos.

Aunque, no obstante y pese a todo, pese a los malos tragos y los sueños rotos, y lejos de victimismos o lamentaciones, ahí sigue el poeta: denunciando lo que ha visto y sufrido y dejando rastros (Cuando tu hijo te diga papá, papaíto, /¿a que los reyes sólo le traen regalos a los niños buenos? /No le mientas, /no, /no lo hagas. /Dile la verdad: /no nene, /sólo le traen regalos a los niños ricos.), previniendo y mostrando a los demás el camino, extrayendo del trauma belleza y del dolor poesía, a mi jucicio buena, muy buena poesía.
 
Os toca ahora a vosotros disfrutarla y sufrirla, como acabo de hacer yo, para sacar después conclusiones
 
Será una estremecedora e inolvidable experiencia.
 
 
Vicente Muñoz Álvarez, prólogo para Transeúntes del Olvido, de Velpister (Groenlandia, 2010).

Descargar aquí el poemario.

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